La honesta corrupción
El gobierno perremeísta es la meca de la honesta corrupción, con funcionarios protagonistas de escándalos y un presidente que mira hacia otro lado.
El gobierno perremeísta es la meca de la honesta corrupción, con funcionarios protagonistas de escándalos y un presidente que mira hacia otro lado.
La vida sigue, y el PLD debe permanecer junto al pueblo, para que en 2028 recupere el Gobierno y la felicidad porque el PRM no lo volverá a engañar.
Al parecer, ser un “partido moderno” va de la mano con el desapego a los bienes estatales. Alquilar edificios en lugar de adquirirlos para albergar instituciones es la nueva norma del PRM.
El verdadero sentido de estar a favor de la vida debería implicar ver en las tres causales una vía para proteger y garantizar el bienestar de todas las dominicanas.
Vencieron las cacerolas a la publicidad estatal; venció el pueblo al Gobierno de Abinader y a su reforma fiscal.
En el Gobierno del Cambio la corrupción es la norma y la transparencia, excepción.
El pueblo, desesperado, espera una solución, mientras el gobierno perremeísta acecha como cazador a su presa, dispuesto a arrebatar hasta el último centavo que la gente gana con el sudor de su frente en empleos mal remunerados.
El PRM se destaca por profundizar lo que está mal, arruinar lo que está bien y borrar el rastro de lo que se hizo.
Todo fue parte de un discurso populista disfrazado de cambio, que hoy, las dominicanas y dominicanos sufren, pues, al igual que rateros, el Cambio los ha engañado.
El presidente Luis Abinader se ha convertido en un astuto cirujano político, especializado en extirpar cualquier política pública que el pueblo pueda disfrutar.
El partido morado se atrevió a convertir las demandas de la gente en conquistas del pueblo.
La gente disfruta de apagones en noches de calor, con mosquitos en concierto tocando una suave canción; y, para colmo, Abinader venderá apagones a Puerto Rico, en un gesto de compasión.
Los viajes en yola, los apagones y el hacinamiento en los hospitales estaban en peligro de extinción, pero han renacido, porque quienes dirigen carecen de sentido común y corazón.
La falta de energía eléctrica ha revitalizado el emprendimiento local: la venta de inversores, velas, lámparas de trementina y focos, cosas que las dominicanas y dominicanos ya habían olvidado.
Hoy, más que nunca, todo es lúcido en palabras y sombrío en hechos. Más que evidente la corrupción transparente.