Si, hay que seguir porque el descanso sin tiempo adormece y aunque parece difícil no ha muerto la esperanza, solo nos abruma el difícil momento. Hay que seguir sin descansar porque aunque cuento con tu apoyo llegará el momento en que ni tú podrás estar encima de mi, ni yo de ti.
Ojalá, República Dominicana
A ambos nos sorprendió la crecida.
A otros, también.
En tu hombro morí de pie.
Lo quise así.
A ojos vista. Para siempre.
Incrédulas, se juntaron para escuchar con callada cortesía.
Con tanto que contar y por mucho lo vivido, estas manos aún esperan.
Aún.
No sé qué, ni porqué.
Tampoco pregunté.
Fotografía: José Luis Torres.
Hasta ese día, fue buen capataz.
Años de excelentes cosechas, aunque en esta de invierno, negado a que la factoría recibiera el arroz a su nombre.
_Es a mi que vendrán a buscar, alegó.
_¡Y qué te has llegado a creer!, reaccionó el patrón.
El resto, imagíneselo usté.
Impaciencia consumista de cotidianidades.
Fast food y obesidad informativa.
Adicción.
¿Crearon las redes sociales el odio, la vulgaridad, la mentira y las noticias falsas?
Aunque el algoritmo enchincha, la ansiedad está en el cerebro.
“Mwen pral nan mache”. A caballo en bici. Falda y cartera. Y sonrisa para el dominicano que la mira. El comercio entre dominicanos y haitianos significa mucho para las comunidades fronterizas.
6h30. Echó agua fría al caldero en el que hervían los plátanos y le bajó el fuego.
—Me voy a casa de mi mamá.
—No hables disparates y dame la sal que esto no sabe a ná. Coño, ¿y no hay cebollita?
Ella fregó lo que quedaba y él se quedó hablando solo.
Protegidos con esparadrapo para no lastimarse con hilos cortantes, los deditos de esta araña obran con armonía y precisión. Tejen zapatos en Esperanza, contribuyendo para que República Dominicana sea una gran fabricante y exportadora de marcas de prestigio mundial.
Una pausa en el camino. Gotitas luminosas que así visten de gracia (y por una buena razón) la orilla del río.
Se regalan la libertad de ignorar el rumor y de observar a otras presurosas precipitarse y formar caudal. Cuestión de perspectiva.
Cuando vives en Los Fríos de Padre Las Casas, sientes ganas de sembrar y por las mañanas de tomar café.
Desde 2017, su gente ha venido repoblando de árboles sus lomas peladas por la pobreza.
“¡Asíllese! Así usté se toma su café y yo el mío.”
La lechuza habita en la hoja de uva de playa.
Obra y gracia de R., cuya identidad aún no me es permitido revelar.
Sí puedo decir que sucedió Domingo de Resurrección, en Guerra, durante la celebración del Carnaval Cimarrón.
Más complejo que el Jus Soli o Jus Sanguinis. En creole, “yo nací aquí” se dice “yo hecho aquí”.
Quizás a más de un empresario de zona franca esta ingeniosa explicación resulte familiar: ellos ensamblan insumos extranjeros y etiquetan Hecho en RD.
Había cenado cuando lo llamaron.
“Bebío estaba, voceando dichos por esa boca, ahí en el negocio de Lucía, ¡oh! y cuando arranqué a hablarle, al paso, el hombre me quiso volar arriba…”
12 pulgadas de autoridad campesina impusieron respeto.
La intención de llegar hasta aquí era bañarse y convencerla de que lo hiciera. Sin embargo, al asomarse a este lugar, pesó más la impresión del artista y el placer de fotografiarla.
“Deja eso, dijo ella. Está tibiecita”.
De aquella tarde quedó este recuerdo…
“Por el callejón…, soltó ella. Con disimulo papá. De la televisión, parece”.
Y el viejo nos echó un ojo. Literalmente. También el gallo. (Amplíe la foto y verá).
Arrancó la historia.