En aquel país suramericano las multitudinarias protestas detuvieron la reforma, aunque a un alto costo: 40 personas muertas. La mayoría a manos de la Policía.
En 2021 asesinaron 145 líderes sociales. Y en lo que va de este año, 52 han corrido la misma suerte.
Hoy como ayer, la Policía hiere, mutila y mata impunemente. Y nada pasa. Acapara cierta notoriedad en la prensa del día y se olvida hasta la próxima ejecución, que puede ser la mía o la suya, que está leyendo estos párrafos.
La Reforma Policial se ha quedado en papeles y promesas. Otra que se suma a la larga lista de tareas incumplidas por el Gobierno, mientras el pánico se cierne sobre la población ante tanta atrocidad.
El Gobierno no encuentra cómo convencer de que está mejor al que siente y sabe que está mal. Los verbos decir y hacer, se divorciaron en el juzgado de paz más cercano.
Como no cuenta el Gobierno con ese pueblo disgustado y arrepentido, se crea uno propio. Un pueblo digital que lo aúpa y le aplaude. Una legión de gente sin alma ni residencia. Robots automatizados para celebrar hasta los desaciertos.
Secuestraron los equipos
cámaras y celulares.
Fueron bestias, animales
ejecutando delitos.
Son agresores invictos,
malhechores indecentes.
Ha quedado en nuestra mente
el mensaje aterrador:
Si eso fue al Defensor,
¿qué no le harán a la gente?
Desde medios, tirapiedra en mano, se ha intentado satanizar sus reclamos. Que son un barril sin fondo, que siempre quieren aumento, que no es momento de solicitarlo, pues en crisis debe haber un sacrificio de todos…
Talvez haya razón en lo último. Pero el sacrificio no es de todos. El empresariado, cuando aumentan productos por inflación, se lo carga directo a los precios. Los empleados no pueden disponer lo mismo con su salario. No pueden aumentarse el sueldo.
El anuncio sobre supuestas acciones que tomaría el Gobierno, lo hace el Presidente faltando dos días para que se venzan unas 300 mil vacunas de la farmacéutica Pfizer, porque -admite el mismo Gobierno- el pueblo ha perdido interés en vacunarse tras las autoridades haber levantado todas las medidas sanitarias.
El Presidente no cree en la democracia. Participa en la cumbre de la triple entente con Costa Rica y Panamá «para el desarrollo en democracia», pero no cree en la democracia.
Si al Presidente le interesara la democracia, los suplidores del Estado serían más y mejor equipados. Y obtuvieran contratos para suplir mediante concursos transparentes, no para beneficiar a compañeritos de partido.
En grandes medios, cuando cierta información afecta intereses de una amiga empresa anunciante, aplican la letal táctica del silencio.
En esos casos, la imparcialidad, objetividad, el derecho a saber, a informar, a tener acceso a la verdad se guardan exclusivamente para colocarlos en enérgicos párrafos en las faldas de un editorial gastado el Día del Periodismo o de la Libertad de Prensa.
Ante los aplausos programados, creyó el mandatario que encantaba a las masas, mientras fuera del auditorio, en los barrios y campos, la gente veía atónita la consumación de la estafa: rebajar la asistencia de RD$5,000 a RD$1,650 para luego anunciar el aumento a RD$3,300. La inflación se echó a reír y se frotó las manos.
En los últimos días, el Gobierno ha buscado sin suerte un golpe de efecto que revierta el descontento, ya sea a través de la eliminación del uso de mascarilla o el infalible tema haitiano.
El de la frontera no es el único muro que levanta el Gobierno. También construye el de la desigualdad. La precariedad se apodera de la gente y eleva un sentimiento colectivo peligroso, que pudiera ser catastrófico.
La inflación, que ya se ha dicho y ya se sabe, no ha sido ni transitoria ni puramente externa. Hay elementos internos que -como no intervienen para frenarla- la dejan crecer y mantenerse a su suerte.
Hay soluciones, existen vías -y el Gobierno las sabe- para proteger a la población que hace crecer el Producto Interno Bruto mientras decrece su poder adquisitivo.
No tienen ética de guerra. Usan una potente arma: la mentira, con la que envenenan el pensamiento y ahogan la razón. No tienen miedo, porque trabajan desde la oscuridad, desde las tinieblas, y han pactado con los más oscuros intereses.
Sesenta años han pasado de pura lucha y resistencia contra la desproporcionada injusticia internacional que se comete contra el pueblo cubano, denunciada hasta la saciedad ante organismos internacionales como la propia ONU, donde votan a favor del bloqueo cada año solo dos países de más de 190 y sin embargo se mantiene con mayor fuerza que el primer día.
Sufrió persecución, exilio, escasez de recursos y vejaciones de todo tipo. Juan Pablo Duarte lo dio todo. Más nada se le puede pedir a quien pusiera su juventud, talento, recursos -propios y de su familia-, su vejez, sus fuerzas, su espíritu inquebrantable, todo al servicio de la patria, a la que definió como la causa del honor.
El escuadrón de la muerte
es fantasma que camina
y ya en Punta Catalina
el dueño se convierte.
La planta no tuvo suerte,
la cotizaron barata
y fueron a la garata;
sin razón y sin permiso,
crearon fideicomiso:
repartieron la piñata.