Independientes indiferentes
En el campo, el callejón y la esquina hay gente que no duele. Gente que no importa. Gente que no existe. Gente que se muere en los periódicos. Gente que mata en los noticiarios. Gente que camina no importa adónde ni con quién. Mucho menos para qué.
Hay en un pedazo de isla gente que molesta cuando aparece de repente en alguna publicación, en el celular, diciendo que pasa hambre. Gente que fastidia con sus problemas. Gente que interrumpe el pensamiento positivo con sus pueriles reclamos.
Es gente insensata que cree que importa, que cree que existe. Que cree que piensa y que lo que piensa importa y existe.
Es gente inoportuna. Gente que molesta con su apestosa exigencia de una carretera, una calle, una escuela. Un apoyo, una deuda, un hospital, un pedazo de pan. Gente que tanto vive, que tanto pide y que no se muere.
Pero ésa es gente sana. Porque los enfermos son los contagiados de la epidemia del desamor. La epidemia que ha convertido a los independientes de las plazas en indiferentes a las masas.
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