Y dobló la esquina
Con la deslumbrante brillantez a la que nos tiene acostumbrados, el Gobierno ha despachado lo que considera una genial idea: daremos 1,500 pesos a un millón de pobres para que coman un día.
Y para no perder el hábito de acompañar las ideas maravillosas con otras maravillosas ideas, entre los cortesanos del inquilino de la principal habitación del Palacio Nacional, entre oficinas que separan paredes gruesas, a alguno se le ocurrió que el pago fuera en cheque.
Aquí tiene su cheque, señor pobre. Vaya al banco a echar un día haciendo una fila de los mil infiernos para cobrarlo. Son 1,500 pesos. Tenga cuidado, evite pestañear, que el dinero estos días se desvanece, ya no lo hacen como antes. Debe ser el cambio climático.
Sonriente, satisfecho de su hazaña, el inquilino de la México con Delgado entregó esos papeles rectangulares que dicen MIL QUINIENTOS PESOS. Arriba, en la tarima, a los convidados no les cabe la sonrisa en la boca, les quiere llegar a las orejas. Los ojos se achinan de felicidad. ¡Un hito!
Retumban moribundos aplausos. Misión cumplida. Primero la gente. No hay marcha atrás, el cambio es una realidad.
Abajo, entre la gente, don Fausto mira con meticulosidad el cheque. Le da vueltas. MIL QUINIENTOS PESOS. Piensa en lo abrumadoramente caro que está el galón de aceite, el arroz, el pollo, el pasaje, la gasolina, la factura eléctrica, el botellón de agua y otras cosas cuyos precios agobian sus días y sus noches. Pasa de 60 años, no trabaja ni tiene pensión.
Bueno, mañana se hace la fila, pasado mañana se come y el jueves seguimos como hoy: respirando la miseria. Dobló el cheque y dobló la esquina.
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