
Viviendas construidas en 2012-2020. Precisiones al Ministro
Hablamos de apartamentos más que dignos, con todos, TODOS los servicios que puede demandar una comunidad: agua potable, energía eléctrica, calles asfaltadas y fácil acceso.
Hablamos de apartamentos más que dignos, con todos, TODOS los servicios que puede demandar una comunidad: agua potable, energía eléctrica, calles asfaltadas y fácil acceso.
Sufren, pasan mil penurias
Sufren las amas de casa
La inflación crecida en furia
Y el desprecio de la masa.
Mucho sufre el comerciante
Sin luz, venta ni dinero
Sufre igual el estudiante
El teatrista y el obrero.
Hay muchas realidades, algunas profundamente amargas, que ha tenido que enfrentar la población dominicana a partir de la pandemia de la Covid-19 y del cambio de administración gubernamental que ha supuesto cambios indeseados, inesperados y algunos insoportables.
La inflación desproporcionada, carente de respuesta efectiva del Gobierno, ha de ser una de las que más preocupa. Pero hay otra preocupación que aumenta y molesta entre la ciudadanía: la precarización del servicio energético.
No se aguantan. ¿Los precios? Por las nubes. Es lo que se oye en una esquina cualquiera del país. La gente lo dice con pesar y con rabia. Nunca con alegría.
El costo de vivir en República Dominicana ha aumentado de forma vertiginosa y el pueblo lo sufre. Y lo que parecía un aumento estacionario se va haciendo endémico.
Son miles de cancelados del Ministerio de Industria, Comercio y Mipymes los que a un año de haber sido desvinculados aún no reciben sus prestaciones laborales.
Además de violar la ley sin sonrojarse, el intendente de esa institución pública vulnera la dignidad de quienes dedicaron gran parte de su vida al desarrollo e impulso de esa entidad.
¿Cómo es posible que a estos trabajadores los tengan protestando en las calles, con el ferviente calor del verano en Santo Domingo aumentado por el polvo del Sahara?
Los RD$18 millones gastados en la obra teatral presentada en el Teatro Nacional salieron precisamente del Fideicomiso RD Vial, recursos que deben ser destinados al mejoramiento del servicio y acondicionamiento de las carreteras.
En la capital, las calles y avenidas asfaltadas no hace un año, ya están deterioradas, con agujeros gigantescos. Y nos referimos a la avenida John F. Kennedy, la 27 de Febrero y su elevado, por poner tres ejemplos.
Esta semana hemos visto a funcionarios modelando en una alfombra por la que desfila sin elegancia la mentira.
«¡Hemos mejorado! Estamos cumpliendo y estamos cambiando… hemos logrado récord en esto y también en aquello», enuncian los titulares.
La gente no necesita que le digan que está mejor. La gente va al supermercado, compra y comprueba. No necesita que le digan que hemos cambiado. Va a la ferretería, compra y comprueba.
Al pobre se lo está llevando quien lo trajo.
¿Y quién fue que lo trajo?
Al pobre lo trajo la desigualdad. El pobre es hijo de sangre de la miseria, nacido y criado entre el hambre y el malvivir.
El pobre, cuyo espíritu inquebrantable se subleva en la mayoría de los casos contra la desilusión y la desesperanza, aspira siempre a mejorar sus condiciones materiales de existencia.
Después de políticas públicas establecidas en los últimos años, políticas que le declaraban la guerra abiertamente a la desigualdad, hoy el pobre, el dominicano de escasos recursos ve reducidas sus esperanzas en tiempos de pandemia, improvisación gubernamental y desmonte de las iniciativas que le servían de impulso para librarse de ese cáncer social llamado pobreza.
A propósito de que suena como río la reforma tributaria, no debe el Gobierno aprovechar para apretar demasiado el cinturón de un pueblo al que ya no le queda barriga.
La gente necesita respuesta, certidumbre y confianza. Ha fallado hasta el momento la actual administración en esos aspectos, que provocan al pueblo sobradas sospechas a la hora de pactar una reforma tributaria.
Se cuestiona si puede llamársele «exitoso» a un año escolar posiblemente con la tasa de deserción más alta de la historia reciente del país, fruto de la pandemia del coronavirus, como lo ha denunciado el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés).
Los medios de comunicación, los de aquí y los de fuera, al parecer, abandonaron hace tiempo la vocación y sentido pedagógico de informar para abrazar la farándula, el ocio, el odio, el chiste y el chisme.
Los hechos son los hechos, confirmados o no. La prisa moldea el periodismo de este siglo.
Los lectores no saben si lo que leen es verdad o no. Ni siquiera es que sea una posverdad (una verdad adornada de mentiras), es que puede ser una mentira pura y simple, relatada por un medio de “confianza”. La situación es grave y penosa.
La pandemia del coronavirus ha planteado sin éxito a la humanidad una evolución de sus sociedades.
Las reflexiones y discusiones hoy, a más de un año de la enfermedad, deberían ser sobre la urgente necesidad de universalizar los sistemas de salud y volcar las políticas públicas hacia el desarrollo humano y la conservación de la Casa Común, como llaman al planeta Tierra los teólogos de la liberación.
Sin embargo, adonde se ha evolucionado es hacia el ensanchamiento de la brecha entre ricos muy ricos y pobres muy pobres. La desigualdad es una pandemia de mil variantes.
El indómito y bravo pueblo dominicano se recuperó de 12 años de Gobierno que nunca legitimó en las urnas, de revueltas por crisis económicas, de otros diez años de elecciones amañadas, de la quiebra de bancos y la mala gestión administrativa.
El ADN de este pueblo está compuesto de resistencia. Resiste con entusiasmo. Se supera, avanza, no detiene el paso, tiene fe en el mañana.
En un recorrido por algunos centros de vacunación se pudo constatar que enfermeras están inyectando la tercera dosis de la vacuna Pfizer a personas que se hayan vacunado en dos dosis con Sinovac.
Los casos sobran, pero el más reciente es el de trabajadores de la pesca simpatizantes del partido enfrentados a otro sector pesquero dentro del mismo partido.
Como el camino que se bifurca de Frost, dentro de la federación de asociaciones que constituye el partido de Gobierno, las ramificaciones son incontables, cada una con sus intereses.