Pandemia de la desigualdad
La pandemia del coronavirus ha planteado sin éxito a la humanidad una evolución de sus sociedades.
Las reflexiones y discusiones hoy, a más de un año de la enfermedad, deberían ser sobre la urgente necesidad de universalizar los sistemas de salud y volcar las políticas públicas hacia el desarrollo humano y la conservación de la Casa Común, como llaman al planeta Tierra los teólogos de la liberación.
Sin embargo, adonde se ha evolucionado es hacia el ensanchamiento de la brecha entre ricos muy ricos y pobres muy pobres. La desigualdad es una pandemia de mil variantes.
Hace meses se abandonó la estrategia de combatir el virus por la de convivir con el virus. Y eso incluye seguir los protocolos sanitarios y la vacunación masiva de personas.
Sin embargo, y de manera inaudita, esto no se puede aplicar en todas las regiones. En Honduras, por poner un ejemplo, apenas se han vacunado con las dos dosis cerca de 80 mil personas, en un país de 10 millones de habitantes. Es decir, ni el 1% de la población.
No tienen acceso a vacunas como otros países. La desigualdad los mata, como en otras tantas naciones. Y eso está pasando ahora, en la segunda década del siglo 21.
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