¿Por qué Abinader, en vez de disponer dos mil millones de pesos para incentivar la inversión en clínicas privadas, no utilizó esos recursos para detener la ola inflacionaria a través del subsidio a la producción de alimentos para que lleguen a precios razonables a los consumidores?
Si es verdad que Abinader está animado de una real conciencia democrática, fe en el diálogo y la construcción de consensos ¿por qué esperar a que la sociedad reclamase al unísono el retiro del contrato sobre Punta Catalina?
El hecho de que el contrato no tenga contemplada su revocabilidad por algún mecanismo de excepción nos obliga a a exigir que sea retirado del Congreso por el Poder Ejecutivo.
Si hacemos un análisis de la libertad de expresión a lo largo de la historia nos encontramos con que cada época ofrece al gobernante una excusa ideal para limitarla.
Es generalizado el criterio de que la política, y cuando hablo de política me refiero a la que se hace en las calles tras la conquista del voto, está en permanente conflicto con la verdad.
Mientras cada quien da su particular batalla, Abinader ejecuta la agenda diseñada por sus auspiciadores y timonea una gestión coleccionista de pifias que deteriora de manera incremental la calidad de vida de la ciudadanía.
Mientras cumple milimétricamente la agenda de su popicracia, Abinader apuesta por distraer a la mayoría con anuncios efectistas como las medidas para afrontar la situación haitiana (todas risibles y ninguna verdaderamente útil).
Si algo caracteriza al gobierno de Luis Abinader es, precisamente, su búsqueda permanente, casi obsesiva, del aplauso tuitero. Desde la propia integración de su gobierno, dominado por los popis y Participación Ciudadana en detrimento de los perremeistas, hasta las maneras de vestir de sus funcionarios.
Hombres y mujeres somos iguales ante la ley y como tal debemos reivindicar una sociedad en la que la violencia ejercida contra ellas sea cosa del pasado, porque solamente trabajando juntos podremos hacer prevalecer nuestra especie y proteger el planeta para que la humanidad pueda trascender en el tiempo con una vida digna, próspera y justa para todos y todas.
Superar la pandemia representa el desafío más urgente para la región, especialmente porque sus efectos amenazan esencialmente la estabilidad social y política de la que hemos hecho gala los durante este siglo.
La fuerza y la velocidad con las cuales las plataformas digitales han impactado la vida de la gente apenas nos ha dejado tiempo para crear un ecosistema social y político en condiciones de contener, al menos, cualquiera de los múltiples desafíos que plantea la disrupción tecnológica representada en el acceso a Internet.
Aunque los avances tecnológicos y los progresos de la ciencia médica han implicado una mejora de las condiciones de vida de los seres humanos, no es descartable que se puedan desatar en el futuro mediato guerras globales por comida, ropa, energía y empleos.
Si el crimen de factura haitiana desborda la frontera y se establece aquí, además de afectar nuestra relativa paz social, espantarán el turismo y las posibilidades de progreso y bienestar de que ha hecho gala la República Dominicana durante los últimos tres lustros.