Líneas de Guerra: La Popicracia de Abinader (2 de 3)

20-12-2021
¡Te lo dije!
Ojalá, República Dominicana
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Así como el golpe del 16 de febrero de 2020 sentó las bases para la instauración de la popicracia en la República Dominicana, su principal beneficiario, Luis Abinader, ocupa el Palacio Nacional con la encomienda de privatizar todos los servicios susceptibles de beneficios económicos, concentrar el gasto público en unas pocas manos, asumir de manera incondicional la agenda geopolítica de los Estados Unidos y, lo más peligroso pero muy sutil en su ejecución, desarticular el estado de derecho de los ciudadanos a través del desmonte del sistema de partidos, con el pretexto de la lucha contra la corrupción.

Ello explica que las posiciones estratégicas del gobierno estén ocupadas por representantes de la sociedad civil corporativa sin adscripción partidaria reconocida y agentes comprometidos abiertamente con los designios estadounidenses en nuestro país. Y que, además, en las pocas entidades públicas de alta relevancia gerenciadas por reconocidos miembros del PRM, en la práctica estén tomadas por estamentos supra institucionales creados mediante decreto por Abinader, verbigracia, el gabinete eléctrico y el Grupo para la Reforma Policial, con sus respectivos fideicomisos para Punta Catalina y la Policía Nacional.

Llegado a este punto el lector quizás piense que exagero bajo la premisa de que planificación y PRM son categorías repelentes entre sí, sobre todo con el largo historial de bandazos, cambios de sentido o medidas sin pies ni cabeza características de los perremeistas desde que tomaron la administración pública, todas ellas incongruentes con una agenda de objetivos tan bien definidos. Sin embargo, el hecho de que durante el último año y medio los Estados Unidos, a través de sus agencias y al más alto nivel gubernamental, hayan reconocido a los detentadores del poder político como un amo a su cachorro, confirman la hipótesis.

Mientras cumple milimétricamente la agenda de su popicracia, Abinader apuesta por distraer a la mayoría con anuncios efectistas como las medidas para afrontar la situación haitiana (todas risibles y ninguna verdaderamente útil), la negociación del peaje sombra (que no disuelve la posibilidad de que el mismo esquema se repita en las famosas alianzas público privadas tan de moda ahora) o el anuncio de vuelos baratos para la diáspora en diciembre (sin explicar mecanismos para su concreción).

Probablemente, el estado de opinión resultante de la labor de orfebrería con la cual se gestó y ejecutó el golpe del 16 de febrero de 2020 impida a muchos, entre ellos importantes líderes políticos, percatarse de que Abinader es el principal instrumento de una agenda que tiene en su mira, además de los recursos de la República, los atributos esenciales de la dominicanidad, aunque para ello se lleven de encuentro nuestra democracia y hasta sus propias cabezas.

¿Es la popicracia, con el apoyo anglo y la financiación empresarial, invencible? ¿Estamos condenados de antemano a una integración informal con el vecino por el designio extranjero? ¿Estará nuestro futuro determinado, nuevamente, por la alianza concupiscente que abrió las puertas del gobierno para que los popis lo ocuparan?

Claramente, hay un único camino, no solo para desmontar a la popicracia de Abinader, sino también para recuperar a la nación y reconstruir la Patria.

En la próxima entrega, la última de este año, lo abordaré.