El desafío climático
Desde hace casi dos años, el planeta sufre los embates de Covid-19, que además de costar millones de vidas, ha acentuado las desigualdades sociales aumentando la pobreza y llevando a la quiebra a miles de empresas y pequeños comercios en todo el globo terráqueo.
América Latina y el Caribe es la región del mundo más golpeada por la pandemia: el 11% de nuestra población ha sido contagiada por el virus, la cual casi cuadruplica el porcentaje de infectados en todo el mundo que solo llega a 3.5%.
La región tiene también la más alta tasa de mortalidad del mundo con un 3.33%, mientras que el promedio global es de 2.04%.
Más del 80% de los latinoamericanos y los caribeños siguen sin acceso completo a la vacuna: única solución que por ahora ha encontrado la humanidad para la covid. La variación entre países es considerable. Mientras en Chile o Uruguay más de la mitad de la ciudadanía cuenta con todas las dosis necesarias, en Honduras, Guatemala o Venezuela esta cifra no llega ni al 1%.
Superar la pandemia representa el desafío más urgente para la región, especialmente porque sus efectos amenazan esencialmente la estabilidad social y política de la que hemos hecho gala los durante este siglo.
Teniendo por delante procesos electorales en varias naciones de nuestra región es importante que reflexionemos sobre la importancia de contribuir, desde la tríada de gobierno, partidos y sociedad, a la consolidación de la democracia y evitar el colapso institucional en toda la región como consecuencia de los efectos de la pandemia.
En estos tiempos de crisis en que los electores son susceptibles de ser engatusados por el populismo o de tomar la deriva hacia el autoritarismo es necesario que nuestros partidos sean lo suficientemente audaces para brindar a la gente además de propuestas innovadoras, un talante conciliador, constructivo y comprometido con echar a andar proyectos nacionales íntimamente vinculados con las aspiraciones de bienestar de nuestros pueblos.
Superar la pandemia y evitar el colapso de la democracia en la región son verdaderamente desafíos que ponen a prueba al liderazgo latinoamericano y caribeño, pero ambos retos son menores cuando se le compara con la amenaza que representa para nuestra especie el cambio climático.
Existe cerca de un 40 % de probabilidades de que, por lo menos en uno de los próximos cinco años, la temperatura media anual del planeta suba temporalmente 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales. Y esas probabilidades aumentan con el paso del tiempo, advierte un nuevo estudio de la Organización Meteorológica Mundial, publicado recientemente.
Si el panorama global de este fenómeno es preocupante, en América Latina las cifras arrojadas por ese estudio deben movernos a la acción urgente: Los eventos relacionados con el clima y sus impactos cobraron más de 312,000 vidas en la región y afectaron a más de 277 millones de personas entre 1998 y 2020.
América Latina se proyecta como una de las regiones del mundo donde los efectos e impactos del cambio climático, como las olas de calor, la disminución del rendimiento de los cultivos, los incendios forestales, el agotamiento de los arrecifes de coral y los eventos extremos del nivel del mar, serán más intensos.
Nuestras perspectivas con respecto al clima no son halagüeñas es por ello que debemos asumir como una tarea inmediata trabajar juntos para cumplir con los compromisos establecidos en el Acuerdo de París de 2015, además con el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 13 que detalla las medidas urgentes que debemos tomar todos los países compromisarios para afrontar con éxito el desafío climático.
Más allá de eso, es tiempo de que empecemos a trabajar para incentivar el uso de energías limpias, el desarrollo de infraestructuras más eficientes y menos contaminantes, además de la creación de programas de apoyo económico a los millones de desplazados como consecuencia de los desastres climáticos cada vez más frecuentes en la región.
Aunque el panorama que acabamos de describir anuncia tiempos difíciles tenemos que hacer una apuesta sincera por el optimismo, el trabajo duro y, sobre todo, por la capacidad de cooperar entre nosotros que tenemos los humanos. Esto es lo que nos ha convertido en la especie prevaleciente del planeta y es precisamente nuestra vocación por la cooperación lo que nos ha de llevar a nuestra próxima gran hazaña: salvar la vida en la Tierra.
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