|Líneas de Guerra| Abinader y su Doctrina del Donut

10-01-2022
¡Te lo dije!
Ojalá, República Dominicana
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Las festividades navideñas alrededor del mundo estuvieron matizadas por una nueva oleada de pánico en torno a la Covid originada en su nueva variante ómicron.  Miles de vuelos cancelados, endurecimiento de algunas restricciones y una avalancha de informaciones servidas por los medios acerca de sus características llevaron inquietud y desasosiego a muchas personas que empezaban a temer un cierre parecido al ocurrido en marzo de 2020.

Casualmente, el revuelo causado por ómicron ocurrió justo horas después de que la FDA (la agencia estadounidense para los alimentos y las medicinas) aprobase las píldoras de Pfizer y Merck para contrarrestar “hasta en un 90% los efectos de la COVID”, según establecen sus disposiciones que dicen basar en estudios previos.  A pesar de la alarma, la OMS ha hecho énfasis en que para las personas con al menos tres dosis esta nueva variante tiene efectos muy leves, sin mayores riesgos para sus vidas.

Cuando uno se va a las cifras puede constatar que, en términos reales, el virus parece estar bajo control: la letalidad en este año de las vacunas se ha reducido al mínimo y, aunque sigue aumentando el número de contagiados, las escenas de sistemas de salud colapsados son escasas. La aparición del SARS-Cov 2 resultó ser un aviso a navegantes para la ciencia médica, su rápida respuesta tanto en tratamientos, como en vacunas nos dio una muestra contundente de que, a pesar de la insatisfacción característica de los humanos, la humanidad vive su época de mayor esplendor.

Si bien la medicina dio una solvente respuesta a la enfermedad, la de los políticos ha quedado a deber.  Cerrar el mundo a cal y canto durante más de un año fue un desacierto en toda la línea.  El apagón social y económico al que acudió el liderazgo mundial, aunque justificado durante los primeros seis meses de la pandemia, no tenía razón de ser luego de confirmar su baja letalidad, la posibilidad de tratarlo con éxito casi asegurado cuando no había comorbilidades y, sobre todo, desde el momento mismo en que empezaron a distribuirse las vacunas.

Los resquemores causados por ómicron alcanzaron a la República Dominicana, aquí algunos sectores empezaban a pedir abiertamente un nuevo cierre.  De hecho, hubo quien sugirió que se cancelara el torneo de béisbol o se le retirara el permiso a las actividades artísticas de corte masivo. 

Como ha sido su costumbre, desde que ocupa el Palacio Nacional, Abinader no ha guardado silencio y se mostró totalmente opuesto a retomar las restricciones. Sus declaraciones llevaron alivio, cuando no alegría, a una gran parte de la población que ha sufrido en carne propia los embates de la pandemia, no solamente en el aspecto sanitario, sino en el económico por su impacto en la pérdida de empleos y en el cierre de negocios en todo el territorio nacional.

Sin embargo, cuando uno contextualiza lo que está pasando con el virus en el país puede advertir que Abinader, no esta tomando la medida que real y efectivamente pudiera constituirse en un revulsivo para la economía e incluso llevarnos a constituirnos en un modelo global en la etapa post pandémica que inicia en este 2022.

Si en este momento de incremento de los contagios el sistema sanitario no está comprometido, siendo la tasa de letalidad en nuestro país de las más bajas de la región y teniendo ademas abastecimiento suficiente de vacunas ¿por que Abinader no aprovecha para cesar todas las restricciones, incluido la obligatoriedad de portar mascarillas (aunque se siga incentivando su uso), establece además algún mecanismo de incentivo a quienes se vacunen en vez de penalizar a quien no lo haga y asume a la COVID como una enfermedad endémica?

Así estimulamos la vuelta a la normalidad de manera radical, pero también damos un mensaje al mundo de que en la República Dominicana asumimos la decisión de pasar la página de la pandemia y retomamos el sendero de la recuperación definitiva.

Claro está, emprender ese camino implica tomar el toro por los cuernos, una actitud tan ajena a este gobierno cuyo líder Luis Abinader prefiere el chute de dopamina que le dan los aplausos de la tribu tuitera fascinada, por ahora, por su Doctrina del Donut consistente en dirigir los destinos de nación en base a disposiciones y discursos pegajosos, redondos y huecos.