
Desde un Abril
Pedro Castro es uno de esos hombres que no vacilaron en la defensa del país, en el momento justo de la historia, y que, olvidado, permanece inalterable en su amor por la patria.
Pedro Castro es uno de esos hombres que no vacilaron en la defensa del país, en el momento justo de la historia, y que, olvidado, permanece inalterable en su amor por la patria.
Había llegado de Guatemala a finales de los noventa. Divorciado, vivía en un cuarto cercano al Common de la ciudad. Había sido miembro del ejército guatemalteco en tiempos convulsos de lucha armada y represión.
El merengue apambichao que solivianta caderas.
El pregón con el café, primero de la mañana.
El gallo que nos despierta al filo de madrugada.
La canción que nos devuelve de los amores primeros.
Dos representantes en la Asamblea Estatal, seis miembros del Concejo Municipal, alcalde, directores departamentales, oficiales de policía, bomberos, profesores y un largo etcétera, tan largo como el poder de ser mayoría en el padrón electoral.
Con el trote ligero de caballo bien bregao ve enseñando en la llanura con paso fino y seguro la calidad de la extirpe de tu ritmo soberano.
De camino al redil, donde sin duda te esperan vestidos de apambichao casi todos los del combo para arrancar un merengue con el mambo pegajoso con el que pusiste a bailar la cadencia de tambora, hija de crianza del djembé de la llanura africana.
Al levantarme, se cae el teléfono, se desguañanga la pantalla y me quedo sin comunicación. Por un momento me entró un pánico cerval y dije para mí: – mal comienzo de salida.
Los que se quedan, entretejen figuras de gaviotas errantes con sus picos abiertos en la espera del regreso de los que nos fuimos.