Desde un Abril

20-04-2025
Literatura
Ojalá, República Dominicana
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Lo conocí cuando, recién llegado a Lawrence en el 94, andaba en la formación del Movimiento de Integración Latino (MIL).

Años más tarde, siendo presidente del Desfile Dominicano de Lawrence, estuvo presente en el homenaje que le hicimos a los excombatientes del 65. Desde entonces, coincidimos en varias actividades. Cuando se creó Somos Patria, se acercó con entusiasmo a la organización y participó en las actividades que empezamos a desarrollar.

Siempre ha sido una presencia constante en las distintas elecciones locales. Con entusiasmo y sin reservas, apoya a quienes llama sus amigos.

Nacido en Andrés, Boca Chica, su padre Nicolás Castro, fue el primer secretario del PRD en esa comunidad. Desde entonces, él mismo ha estado ligado al partido, al que nunca ha dejado de pertenecer.

Durante la Guerra de Abril, estuvo en el puente; fue de los que dieron la cara en el asalto al Palacio Nacional y, antes de eso, de los que sacaron a los cascos negros de sus madrigueras en el Ozama. Le tocó servir en el edificio Copello y en el mercado, bajo las órdenes de Pichirilo… “Ese fue mi amigo, hombre de cuidado”dice con la emoción bailándole en sus cansados ojos. Con picardía, recuerda las salidas con el coronel Montes Arache a tomar unos tragos donde unas muchachas, cerquita del parque.

Cuando le pregunto por la gente que se fajó, me responde:
—Oh, compañero, la gente del pueblo, a esos es que usted “vedía” fajados con los tiros, o muertos en las cunetas.

Le tocó, por suerte, emigrar en 1971.
—Ya no podía más, me tenían mal mirado y estaba pasando trabajo —me cuenta.

Agrega que Sacha Volman ayudó a muchos de los muchachos a llegar a Estados Unidos.
—Allá también “taban” pasando trabajo —dice.

Aquí, lamentablemente, muchos se perdieron en los vicios.

Con una vida cargada de recuerdos, enfermo pero gallardo, sueña con volver para morir en su tierra.

Pedro Castro es uno de esos hombres que no vacilaron en la defensa del país, en el momento justo de la historia, y que, olvidado, permanece inalterable en su amor por la patria.

Hoy, cuando se habla con admiración y respeto de extranjeros que participaron en la defensa de la República, pienso que los grandes olvidados, desterrados de los libros, de los afectos, de los recuerdos y hasta de su tierra, son estos dominicanos del pueblo que, como el coronel, no han tenido a nadie que les escriba.

Mis respetos, Pedro. Gracias por haber defendido tu condición de dominicano y la grandeza de su estirpe.