No a la destrucción en Las Filipinas
Ya sabíamos que es normal que la minería extractiva es devastadora (que es el adjetivo que prefiero) porque para extraer los minerales del subsuelo hay que destruir toda la biodiversidad que los cubre. Lo que es inconcebible y no es normal es que en un lugar tan único y excepcional, como Las Filipinas, Bahoruco Oriental, se otorgara una segunda concesión minera.
Ya lo hemos dicho desde siempre (Moscosoa #7 paga: 127-152). Es toda la región del Bahoruco Oriental, que es alta en biodiversidad, la que está en peligro, por eso fue protegida. Pero por los mismos intereses mineros fue mutilada, cambiados sus límites y cambiada de categoría de protección, de la primera propuesta Reserva Científica Padre Miguel Domingo Fuertes.
En su momento luchamos contra la anterior amenaza extractiva, que fue a una escala mucho menor, y fuimos al juicio en que tres jueces se inhibieron; seguro por los mismos intereses, ese proceso quedó en el limbo jurídico que ahora permitió el paso a la multinacional Belfond Enterprise.
El geólogo Osiris de León es un especialista en verdades a medias. Lo normal no se convierte en verdadero ni en algo mejor. Es lo común. Y nunca sustituirá lo único y excepcional que ha destruido la devastación de la Belfond en Las Filipinas.
Desde marzo hemos publicado varios artículos contra la minería en esa zona, madre de las aguas de la región Enriquillo. Hablamos de cientos de especies endémicas y nativas de esa región y del país muchas de ellas ya en peligro crítico de extinción y preservadas en el área protegida Padre Miguel Fuertes.
Las toneladas del mineral exportado (del cual solo ellos saben lo que extraen) no compensan la EXTINCIÓN MASIVA que está produciendo la devastación de la Belfond Enterprise con la anuencia de las autoridades, el aplauso de sus agoreros y el silencio de la prensa.
No es verdad, señor geólogo que por más que nivelen, canalicen y “reforesten” quedará mejor que como estaba la loma Las Filipinas. Como no quedó mejor loma Ortega, en La Vega. Allí nunca sabremos lo que se perdió, pero en el Bahoruco Oriental y Las Filipinas sí lo sabemos y está escrito, publicado y divulgado.
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