Temor planetario
El miedo puede ser una alerta útil. Quizá debamos verlo como un presagio, una bendición que anuncia la posibilidad de un porvenir mejor.
El miedo puede ser una alerta útil. Quizá debamos verlo como un presagio, una bendición que anuncia la posibilidad de un porvenir mejor.
Paradójicamente, el fenómeno de la muerte es el que nos acerca cuando menos lo necesitamos. El amor y la confraternidad universal deberían ser el común denominador entre todos los humanos.
¡Ojalá que el algoritmo de la inteligencia artificial asista a la voluntad política de turno para dotar al país de la infraestructura, herramientas y personal bien remunerado para atender urgencias cadavéricas masivas cuando estas ocurran!
Tengamos siempre presente a Juan Bosch, quien sostenía que cuando la economía norteamericana tiene fiebre, la nuestra padece una neumonía.
Muchos videojuegos moldean las mentes infantiles, persisten en la adolescencia y se consolidan en la adultez. Revertir ese orden resulta casi imposible por ahora.
Anhelemos silenciar los tambores de guerra y disipar el tono demoníaco del odio y la destrucción. Construyamos puentes de entendimiento y comprensión universal. Por todos y todas en el mundo.
No por coincidencia nuestros carnavales con diablos cojuelos transcurren en febrero para que esos demonios sean purgados durante la cuaresma, seguidos por el exorcismo de la Semana Santa.
Hace más de medio siglo el profesor Juan Bosch sentenció: “Primero te matan moralmente para que luego un cualquiera te elimine físicamente”.
Queda entonces la pregunta: ¿Cuándo encontraremos el antídoto contra la infoxicación de la modernidad?
Cada día es más frecuente ver reputaciones manchadas de manera maliciosa, sin que las víctimas tengan tiempo de enterarse o defenderse.
En paz en y armonía viviremos más y con alegría, aunque después venga la muerte como un eterno descanso
El discurso presidencial del 27 de febrero de 2025 debería incluir no solamente memorias de ayer, sino, además, propuestas de hoy, orientadas a afrontar la inminente crisis que se nos viene encima.
Muy a pesar de los avances tecnológicos y de la inteligencia artificial del siglo XXI, las hemorragias, las infecciones y los fenómenos hipertensivos continúan frustrando fatalmente los sueños felices de una maternidad caribeña digna y segura.
¡Cuidémonos de los edadismos extremos! Vivamos a plenitud cada etapa del desarrollo humano. Dejemos de hacer comparaciones malsanas.
Los desafíos que enfrentamos en el mundo contemporáneo requieren de un enfoque integral que considere no solo la salud individual, sino también el bienestar social y comunitario.
En vez de generar mercenarios entrenados en el odio y la complacencia por matar, desarrollemos academias de jóvenes calificados para llevar mochilas llenas de instructivos sobre la fraternidad terrenal.