Consternados, en horas tempranas de la mañana se reunieron todos en las esquinas, en las plazas públicas y en los pasillos de las oficinas gubernamentales para hablar del mismo tema.
La noche anterior se rumoró su muerte.
El hombre ataviado de vestimenta negra fijó su mirada impiadosa sobre la mujer.
Ella, de huesos sobresalientes, rostro de piel reseca maltratado por una cruda vida de estacionada escasez, permanecía inalterada, sola, posada sobre el asiento largo de caoba centenaria…