La muerte en Bruselas de Maximiliano Gómez Horacio, líder del Movimiento Popular Dominicano-MPD- el 23 de mayo de 1971, ha permitido la construcción de leyendas que las pruebas y el tiempo desvanecen. La apuesta ha sido por la confusión. La ocurrencia es tema tabú para los gestores de la utopía complicados en el crimen.
Como estamos cambiando, sería conveniente establecer en las investigaciones realizadas por el Ministerio Público, la condición de condenados en lugar de acusados. Después de un plazo prudente, esa especie de parque temático infractor, compuesto por pulpos, caracoles, corales, podría interponer un recurso de revisión.
Con el respaldo contundente de líderes de opinión y de la locuacidad de los representantes de los poderes fácticos que también exhibían el marbete casto, surgió la categoría de “los independientes”.
La cháchara redentora continuará. Mientras tanto, procede preguntar ¿dónde estaba usted, camarada Nikita? Ahora, cuando tantos aprovechan la ocasión y denuncian lo que no pudieron ni quisieron evitar.
Después de la muerte de Elisa Muñoz Marte y Joel Díaz Ferrer, sin posibilidad de alegar intercambio de disparos, algo tan común que por ser costumbre no incita acusaciones, la descalificación de la Policía Nacional no cesa.
La declaración presidencial interfiere el decurso del proceso penal. Luce amnistía (…)Las sanciones establecidas en la ley serán sustituidas por un cupón. Los infractores eludirán el juicio y la condena, cuando entreguen la prueba del crimen y serán recompensados.
Si existiera la excelencia conceptual de Orlando, su arrojo y reciedumbre, a nadie se le ocurriría, desde Palacio y sus cercanías, ordenar su muerte ni asustarlo.
Ahora las órdenes son para el descrédito. Encubren las ganas de disparar, difamando. Es la cobardía sin balas, parapetada tras la mentira.
La novela «El vendedor de Silencio» recrea la vida de Carlos Denegri, el más importante periodista mexicano del siglo XX. “En este negocio no solo vendemos información y espacios publicitarios: por encima de todo vendemos silencio”.
Carmen Imbert Brugal recuerda a la socióloga y feminista Magaly Pineda, la lucha que libró con investigaciones, movilizaciones e intervenciones mediáticas a favor de los derechos de las mujeres dominicanas.
El comentario es recurrente. Se escucha en las filas, en los breves encuentros que el distanciamiento pauta. De manera fugaz la queja se cuela y es difundida en algún programa de radio o por un tuit, pero de nuevo el silencio.
No hubo miramiento. Nadie estuvo exento del agravio. Se sucedían las prédicas y los gritos con imputaciones y burlas contra hombres y mujeres públicas. Cada día un nuevo portal, cada instante un “influencer” acusaba.