Leyes jarrones
Las leyes estorban y para hacerla añicos están las Comisiones de notables.
Las leyes estorban y para hacerla añicos están las Comisiones de notables.
Comienza abril con sus aniversarios y conmemoraciones, con el avivamiento de epopeyas olvidadas, con la necesidad de la obligada evocación.
La deriva se intuye, aunque el triunfalismo compensa. Mejor rememorar el calvario y esperar la resurrección.
La ostentación de superioridad ética, dicen las mediciones, permite soportar el caos, el embate de los motoristas, la incontrolable oleada de haitianos que ocupan parajes, municipios, barriadas.
El debate, que auguro “light”, con ese pudor tan distante de la refriega política nuestra, no es condición para demostrar cualidades de liderazgo ni para lograr un buen gobierno.
Rumbo a mayo es muy importante mantener la quietud. El triunfalismo sirve para sumar y evitar el desborde.
El acápite “Situaciones Adversas y Seguridad” describe el desamparo, la ausencia de vigilancia y control, el mito de la frontera blindada.
El horror no indigna a una sociedad envilecida, quizás el miedo obligue actuar. Existe un cogobierno en las cárceles lejos de las maravillas que repite el gobierno.
La opción es despertar o seguir dormidos o durmiendo, como advertiría, Camilo José Cela. Ensayar ¡viva el jefe! no está de más. Todo es posible en la época de “la más viral”.
Triunfó la cobardía de los traidores, negados a admitir la realización del ideal con nombre de República Dominicana. Y ahora, 211 años después de su nacimiento, asoma el maleficio. Algunos delirantes pretenden sustituirlo.
Una elite voraz persigue la permanencia en el poder a expensas de una mayoría sin rumbo, presa de la inmediatez, esperando un plato de locrio.
Pronto escucharemos, desde el Salón de las Cariátides, entonar “Banda de Camión” y bendecir las ventajas del ruido para eludir la realidad.
El esperado narco-político ya existe y ningún estremecimiento ha provocado. Total, importa poco, regresará redimido. Algo de dinero siempre queda y servirá para su reinserción social.
Subrepticiamente, en los centros urbanos del país, en nombre de un derecho inexistente, los petofílicos imponen la coexistencia con sus mascotas.
Es “falta muy grave” el uso, en los centros de corrección y reinserción social, de teléfonos celulares o cualquier dispositivo de comunicación con el exterior.