Uso vil del ADN
Ahora que el presidente triunfante busca consenso para lograr una Constitución con su firma, podríamos comenzar por discutir y acordar, si usamos el ADN descalificador para juzgar a todos o a ninguno.
Ahora que el presidente triunfante busca consenso para lograr una Constitución con su firma, podríamos comenzar por discutir y acordar, si usamos el ADN descalificador para juzgar a todos o a ninguno.
Bastaría revisar el contenido de la “Ley de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial de RD”-63-17- y leer las prohibiciones consignadas en el artículo 251 “para ciclistas, conductores de motocicletas y pasajeros”.
El día más esperado, el del récord, sirvió para ratificar cualidades, repetir estrategias defensivas y permitió al candidato del PLD competir y mostrar garras.
A petición de una atribulada madre, el sacerdote a cargo de la Parroquia San Bartolomé accedió a la súplica y se sumó a la solicitud de clemencia para el condenado Gutiérrez Díaz.
Las leyes estorban y para hacerla añicos están las Comisiones de notables.
Comienza abril con sus aniversarios y conmemoraciones, con el avivamiento de epopeyas olvidadas, con la necesidad de la obligada evocación.
La deriva se intuye, aunque el triunfalismo compensa. Mejor rememorar el calvario y esperar la resurrección.
La ostentación de superioridad ética, dicen las mediciones, permite soportar el caos, el embate de los motoristas, la incontrolable oleada de haitianos que ocupan parajes, municipios, barriadas.
El debate, que auguro “light”, con ese pudor tan distante de la refriega política nuestra, no es condición para demostrar cualidades de liderazgo ni para lograr un buen gobierno.
Rumbo a mayo es muy importante mantener la quietud. El triunfalismo sirve para sumar y evitar el desborde.
El acápite “Situaciones Adversas y Seguridad” describe el desamparo, la ausencia de vigilancia y control, el mito de la frontera blindada.
El horror no indigna a una sociedad envilecida, quizás el miedo obligue actuar. Existe un cogobierno en las cárceles lejos de las maravillas que repite el gobierno.
La opción es despertar o seguir dormidos o durmiendo, como advertiría, Camilo José Cela. Ensayar ¡viva el jefe! no está de más. Todo es posible en la época de “la más viral”.
Triunfó la cobardía de los traidores, negados a admitir la realización del ideal con nombre de República Dominicana. Y ahora, 211 años después de su nacimiento, asoma el maleficio. Algunos delirantes pretenden sustituirlo.
Una elite voraz persigue la permanencia en el poder a expensas de una mayoría sin rumbo, presa de la inmediatez, esperando un plato de locrio.