60 años después
Ese día el entusiasmo fue desbordante. La ciudadanía acudió presurosa a los centros de votación. Mujeres y hombres, jóvenes y viejos, madrugaron para disfrutar el ejercicio de un derecho conculcado durante tres décadas.
Ese día el entusiasmo fue desbordante. La ciudadanía acudió presurosa a los centros de votación. Mujeres y hombres, jóvenes y viejos, madrugaron para disfrutar el ejercicio de un derecho conculcado durante tres décadas.
Sin olvidar el simbolismo cristiano, las alegrías y nostalgias propias del último mes del año, tres conmemoraciones importantes coinciden en diciembre. Los días 9 y 10 sirven para la reflexión, en ocasiones inútil, sobre la existencia de derechos y la necesidad de preservarlos.
La historia de los consulados y cónsules dominicanos espera un escriba atrevido. Los intentos para controlar y evitar desmanes en esas sedes son muchos. Leyes y reglamentos pretenden regulaciones que, en nombre de la conveniencia, se olvidan. Los más optimistas dicen que las infracciones y la consecuente impunidad son asuntos del pasado. Creer o no creer es la apuesta.
El informe con el recuento de los delitos y crímenes ameritaba algo más que promesa navideña. Alguien dictó a una mano poco diestra, el texto de la resolución 007-2022 “Para la reducción temporal del horario de expendios de bebidas alcohólicas en varios municipios del país”. Fue un acto de magia, invención que creyeron pertinente.
Es la mentira para disfrazar la impotencia, la opereta inútil para negar la imposición desde afuera que necesitaría, para contrarrestarla, algo más que discurso y complicidad efímera. La camiona es la concreción de la ineficiencia, la opción del miedo que impide aplicar y defender la política migratoria, tal y como está consignada en leyes y reglamentos. Es manipulación, intento de aparentar que se puede.
Cuando los ruidos previos al inicio del X Censo de Población y Vivienda, comenzaron a multiplicarse, raudo y veloz, el gobernante clamó a los representantes de Dios en la tierra. Convidó a los miembros del Episcopado a compartir un almuerzo que devino en oportuno maná. Alzacuellos y tonsuras presentes, escucharon al mandatario.
En la época de la democracia fatigada -Manuel Alcántara Sáez-la tradición presidencialista se fortalece. “Con el pueblo verdadero sin voz, la desconfianza en las instituciones públicas, el voto cambiante, debido a las identidades partidistas flotantes, se impone y gana la figura presidencial”.
Mantener el orden público es asunto de estado, imprescindible para la convivencia y para garantizar los derechos de la ciudadanía. La salvaguarda de la seguridad no es atribución para diletantes, menos para agoreros que pretenden sustituir el corpus jurídico con sus ocurrencias.
La práctica difamatoria con licencia para el agravio y la amenaza, tuvo su máxima expresión en el Foro Público. Esa columna infernal jugaba con el honor y la seguridad de afectos y desafectos a la tiranía. El método continuó después del tiranicidio, ha tenido y tiene exponentes detestables.
El transporte de pasajeros, en lugar de estar regulado y gestionado por el Estado -a través del Intrant y los ayuntamientos- depende de las empresas privadas. Ha sido imposible, por ejemplo, establecer el sistema de inspección técnico vehicular previsto en la ley.
Falta el dato y ayuda el descuido, esa manera de omitir hechos cuando no existe solución para los problemas. La realidad golpea. No es exagerado decir que el control migratorio es inexistente en el país. Por eso el director de Migración dedica tiempo a limpiar la playa de Güibia, atiborrada de basura.
Durante la pandemia fue la fiesta. Entre estado de emergencia, vacunas y el grito de independencia, cualquier otro asunto perdía importancia.
omenzaron las inauguraciones de lugares inusitados en Naco. Ensanche que, aunque cada día pierde su esencia, intenta preservar espacios con esmero inútil.
El movimiento de mujeres ha sido instrumentalizado. Busca temas en los centros de poder y descuida la cotidianidad del abuso. Escucha como chismes las agresiones a mujeres públicas y cuando no pertenecen a su redil o no intuyen posibilidades de recompensa, ignoran la agresión.
El convenio en procura de la “Consolidación de una Cámara de Cuentas al servicio de la transparencia y la institucionalidad” parece propuesta de leguleyo para resolver un problema de derecho público.
Y las gradas aplauden. Sin veedores ni árbitros, los dueños del escenario hacen y deshacen y quedan los desechos de la institucionalidad agraviada.
Ha sido ganancia extraordinaria para la administración disfrutar el incondicional respaldo de tantas organizaciones cívicas. Nada exigen porque pelearon sus cuotas de poder y las consiguieron. La recompensa es el silencio y el auxilio oportuno. Estremece la irresponsabilidad y la complicidad.