El auxilio del clero
El presidente conoce el poder del clero. Ha sabido conquistar la adscripción, sin reservas, de la jerarquía católica que no disimula sino que respalda. Del mismo modo, sabe dar al CODUE- Consejo Dominicano de la Unidad Evangélica- lo que es del CODUE y ubicó al pastor Dío Astacio en Palacio.
El jefe de estado es católico militante, hombre de oración y fe, como ninguno de sus antecesores. Todos cumplían con el protocolo establecido en el Concordato, pero la devoción la delegaban en la familia y cuando necesitaban milagros acudían a la Virgen de la Altagracia.
Durante la campaña electoral 2020 no hubo titubeos y muchos templos se convirtieron en locales del partido oficial. Obispos, arzobispos, sacerdotes, apostaban a la renovación de votos. Aunque la participación política de los sacerdotes está limitada por el derecho canónico, “la defensa de los derechos de la iglesia o la promoción del bien común” permite camuflar el proselitismo. Ha sido así con buenos y deplorables resultados. La clave está en la interpretación del concepto “bien común”.
Antes de las vicisitudes propias de la pandemia y de la traumática suspensión de las elecciones municipales, la ruta del respaldo eclesial a la propuesta del Cambio estaba trazada. La Carta Pastoral “Las Elecciones 2020: Espacio de Participación y compromiso”- 21-01-2020, fue preámbulo para entender las pretensiones electorales católicas. En el texto están las pautas para la convivencia Estado iglesia de esta gestión. Algunos, por mucho que oyeron no entendieron, como reza la profecía, ni intuyeron.
La Conferencia del Episcopado Dominicano-CED- exhortó a votar “por personas honestas que ofrezcan garantías de futuro a la patria, por partidos que defiendan la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural y que custodien los valores supremos de nuestra Nación, citados en el Preámbulo de la Constitución Dominicana”. La CED definió el producto que le satisfaría, el perfil del gobierno que quería.
El agnosticismo al mando es peligroso, poco manejable, hace más difícil el toma y daca. Tanta intimidad hubo que muchos de los clérigos comprometidos, militantes, reclamaron su pitanza después del triunfo. Resentían la tardanza para recompensar la colaboración.
Cuando los ruidos previos al inicio del X Censo de Población y Vivienda, comenzaron a multiplicarse, raudo y veloz, el gobernante clamó a los representantes de Dios en la tierra. Convidó a los miembros del Episcopado a compartir un almuerzo que devino en oportuno maná. Alzacuellos y tonsuras presentes, escucharon al mandatario.
La percepción equivocada sobre el Censo un buen sermón la corrige. El púlpito es un espacio de influencia apreciable y efectivo. Sin afectar el estado laico y sin aspirar a teocracias imposibles, el vínculo de las iglesias con el gobierno es innegable y productivo. Sorprende que antiguos críticos de la influencia religiosa en el mando, soslayan la ocurrencia. Quizás esperan una proclama similar a la del arzobispo Portes Infante, cuando consideró “ofensa a Dios” no obedecer los mandatos del general de División y Jefe Supremo, Santana y prometió la excomunión para cualquiera que “intentare trastornar las disposiciones de nuestro sabio gobierno…”
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