Sobran los motivos

18-11-2025
Salud
Hoy, República Dominicana
Compartir:
Compartir:

En la jerga hogareña es frecuente escuchar a una madre interrogar con dulzura y preocupación a su vástago usando la siguiente expresión: «¿Por qué lloras, hijo?».

Ella formula la pregunta aún a sabiendas de que el infante no tiene el desarrollo suficiente para articular una respuesta. Sin embargo, la progenitora no calla el cuestionamiento, quizás como una válvula de escape a la angustia de no saber ni entender la razón del llanto infantil.

Ya de adultos, formulamos cuestionamientos públicos al aire cuando vemos actitudes de gobernantes y autoridades que se apartan del marco lógico que rige las acciones nacionales e internacionales.

Sobran las razones para que millones de seres pensantes estén preocupados por el curso que toman muchos acontecimientos que ocurren simultáneamente en varios confines de la tierra.

Lo doloroso y lamentable del caso es que todos son el producto del mal comportamiento de algunos de los hijos de la tierra. Europa, el Oriente Medio, África, Asia y la zona del Caribe son víctimas de la violencia mortal.

En vez de amainarse, el ambiente de guerra se incrementa, y la ansiada paz, en lugar de acercarse, se aleja cada hora más y más. Se anuncian acuerdos de paz y, sin embargo, sigue muriendo gente inocente que incluye niños, jóvenes, adultos y ancianos. Nadie escapa a la espiral de violencia homicida en las zonas en conflicto.

Se levantan algunas voces que claman por el respeto a la vida, pero tal parece que una sordera selectiva ha contagiado a los portadores de las armas.

No han valido las oraciones ni los reclamos de que callen los tambores de la guerra; las matanzas locales y el peligro de que se expanda la hecatombe son cada vez mayores.

El mundo demanda la articulación de un gran ejército armado con la razón y el amor, para que invada la tierra de norte a sur y de este a oeste, con el único encargo de erradicar de la faz de la tierra el odio y la avaricia, plantando en su lugar la armonía, el respeto al derecho ajeno y la sana convivencia entre todos los habitantes del planeta.

Debe haber un espacio para cada habitante terrenal en el que el respeto a la vida sea ley sagrada. El derecho a vivir es una ley sagrada en el reino animal y vegetal. Así lo aconseja el razonamiento ecologista universal.

Juntos podemos detener el auge de la locura expansionista. Ninguna raza es superior ni mejor que las otras; más bien se complementan mutuamente, en el sentido de que la fortaleza de una ayuda a equilibrar la debilidad de la otra y viceversa.

No perdamos nuestro ancestral instinto colectivo. Juntos podemos, divididos perdemos.

La historia, que es la gran maestra del mundo, nos enseña que se han vivido épocas de confusión y de agravios, pero que siempre ha aflorado la luz de la razón, el entendimiento y la paz. No hay guerra eterna. Aún en el momento final de la vida podemos oír el coro viviente que reza: “En paz descanse”.

Sigamos apostando por la paz mundial para que las próximas generaciones puedan disfrutar el premio.