Realidad, virtualidad y falsedad
A inicios de la década de los sesenta del pasado siglo XX, luego de decapitada la cruel dictadura trujillista que por tres décadas oprimió al pueblo dominicano, regresó del exilio a su suelo natal el escritor y político Juan Bosch.
Como líder fundador y candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano arrancó Bosch sus intervenciones radiales a través del programa Tribuna Democrática que por espacio de media hora se transmitía diariamente a partir de la 1:30 pm de lunes a viernes.
Recuerdo que en una de sus pláticas explicó que había en la ciudad de Miami unos técnicos de origen cubano capaces de editar las grabaciones de la voz de una persona y construir un discurso falso con la voz real de la persona fingida. Mi escaso conocimiento de las cintas magnetofónicas me dificultaba entender dicha acción.
Transcurridos más de sesenta años vemos que los avances tecnológicos permiten sintetizar voz, imagen y movimiento, así como crear textos y discursos en forma de vídeos aparentemente tan reales que resulta casi imposible negar su autenticidad.
La creación algorítmica de la inteligencia artificial y su modelo avanzado de capas de redes neuronales facilita manipular el contenido de una gigantesca base de datos de Internet para luego generar vídeos tridimensionales que lucen tan reales y convincentes que ni Santo Tomás resucitado expresaría duda alguna al respecto.
Los programas de inteligencia artificial Chat Gpt de Microsoft y Gemini de Google, en sus versiones más avanzadas generan textos con imágenes y voz sobre temas literarios y científicos creados al estilo de equis personas que están poniendo en peligro la seguridad de instituciones bancarias, académicas, sociales, gubernamentales y militares, entre otras.
Resulta molesto para muchos el vernos sometidos a diferentes pruebas de autenticidad en bancos, aeropuertos, oficinas privadas, teléfonos, computadoras y acceso a vehículos ante la duda de si se trata o no de un o una impostora.
Quienes nos desempeñamos en áreas como la docencia en línea ahora nos asalta el temor de si nuestros interlocutores están interactuando en directo o por medio de estos programas inteligentes que se expresan con tanta naturalidad y certeza al estilo del individuo que confunde al más avezado de los instructores.
Siendo la virtualidad en la educación una necesidad con enormes ventajas, reforzada a raíz de la pandemia de covid-19, requerimos con urgencia crear los “antídotos y vacunas” para librarnos de los farsantes virtuales cada día con mayor presencia en las redes sociales.
La radio y la televisión se han vuelto medios de comunicación de adultos mayores, en tanto que las redes sociales con sus variantes YouTube y Tik Tok, entre otras, son las favoritas para que adolescentes, adultos jóvenes y adultos en general reciban y envíen informaciones de carácter privado o público.
Noticias locales, nacionales e internacionales, circulan por internet, siendo vistas y oídas sin que haya tiempo ni espacio para verificar la certeza de las mismas. Lo que antes era la fábrica de rumores transmitidas por “Radio Bemba”, en la modernidad son cortos vídeos que transitan con tal rapidez y efecto viral tan intenso e inmenso que el daño emocional inmediato es casi inevitable.
Distinguir lo verdadero de lo falso dentro de la realidad virtual es hoy por hoy uno de los mayores retos del presente.