Desinformación en salud
Una de las características más sobresalientes del milenio en que vivimos está representada por la inmensa cantidad de datos que diariamente se generan y acumulan a una velocidad inimaginable.
Diríamos sin exageraciones que el volumen de información disponible en cada una de las áreas del saber se va tornando inconmensurable. La comprobación de la fidelidad, certeza y veracidad de las noticias que salen publicadas en los distintos medios de comunicación se convierte en tarea difícil de llevar a cabo con éxito absoluto. Para los expertos del área sanitaria es un reto seguir el ritmo y velocidad de las publicaciones que hacen referencia de la salud individual y colectiva.
Siguiendo el clásico modelo científico de causa y efecto sorprende un amplio horizonte que casi se nos pierde en el infinito del pensamiento. Para muchos resulta frustrante y doloroso aceptar el hecho de tener que admitir nuestra incapacidad para depurar las megatoneladas de escritos que aparecen en las redes sociales y canales televisivos. Hace poco apareció en las distintas plataformas la imagen de un prestigioso experto de la medicina en retiro recomendando la ingesta de varias copas de vino al día como forma de mantener balanceada la salud. Para quienes hemos dedicado gran parte de nuestra vida examinando cadáveres y llevando a cabo pruebas toxicológicas sabemos que es una falacia pretender vender la idea de que el etanol no es tóxico cuando sabemos de sus efectos nocivos. Peor me resultó enterarme de que una embarazada ingería unas tres copas de vino diariamente para garantizar la sana marcha de su preñez hasta el final.
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Sé de personas en la denominada tercera edad que mantienen el hábito de tomar las conocidas tisanas de forma cotidiana como fórmula preventiva contra males cardíacos o renales. De modo similar conozco de gente que acostumbra a incluir en su dieta diaria determinados productos muy exóticos supuestamente eficaces para prevenir el desarrollo del cáncer tanto en hombres como en mujeres. Pacientes agobiados y desesperados ante un oscuro pronóstico de ciertas enfermedades optan por someterse a terapias empíricas basadas en zumos o infusiones de vegetales cuya eficacia no ha sido evaluada, ni avalada científicamente. Invito a quienes estén interesados en este importante tema a entrar a las páginas de la red de Facebook e Instagram para que vean la infinidad de ofertas milagrosas que en estas plataformas se anuncian.
La pregunta del millón sería ¿Quién le pone control a tantos anuncios y publicaciones que no cuentan con una certificación validada por organismos internacionales de relevancia como son la Organización Mundial de la Salud, o la FDA norteamericana y otras acreditadas entidades sanitarias reconocidas en los distintos continentes?
A nivel local, ¿Qué puede hacer el Ministerio de Salud para regular la venta de esos “productos medicinales” anunciados? ¿Qué hacen las distintas sociedades médicas con sus miembros cuando se ofrecen a crear falsas expectativas de salud, prevención y cura de enfermedades como son el cáncer de próstata, cáncer de colon y de pulmón que ya tienen sus protocolos de manejo acordes con los más recientes adelantos de las investigaciones oncológicas?
El tema de desinformación en salud no puede ser ignorado, ni tampoco subestimado puesto que tal actitud contribuye a serios daños en la calidad y cantidad de vida en la población, así como a gastos inútiles individuales y colectivos