La última ola de golpes en América Latina probablemente empezó en 2002 contra Hugo Chávez.

Siguió con el intento contra Correa, en 2010, en Ecuador, y continuó seguido (2012), en Paraguay. Un golpe congresual destituyó al presidente Fernando Lugo.

En Brasil, otro golpe judicial, congresual y electoral despojó a Dilma Rousseff y al PT y entronizó a Bolsonaro. Trágicas consecuencias para Brasil. ¿A quién importó en Europa y EEUU?

El presidente Pedro castillo está preso en Perú. Otro golpe de Estado congresual. Dina Boluarte—la del escándalo de los relojes de lujo—gobierna sobre decenas de muertos.

Evo Morales, en 2019, salvó la vida gracias al presidente López Obrador. Había ganado las elecciones claramente. La OEA y EEUU impusieron a Jeanine Añes sobre una pila de cadáveres. La prensa global vociferaba fraude, pero de Evo.

En Ecuador, Noboa asalta la embajada mexicana, viola derechos humanos, violenta y distorsiona elecciones… ¿Qué dice la prensa global?

En Haití, ¿cuántos golpes de estado? ¿Cuántos fraudes contra Lavalás? El último, grosero, para imponer a Martelly. Santificado por la OEA, EEUU y Europa. ¿Consecuencias? Muy claras hoy.

Ahora Venezuela es primera página. Maduro es el malo de los medios globales. Corina pide intervención militar extranjera, como en Haití. Edmundo González, agente de la CIA de por vida, señalado criminal, son los nuevos héroes.

Así va América Latina. Veintidós años entre crisis, golpes, intentos de golpes. Abierta intervención de Estados Unidos en su patio.

Episodios nuevos de una lucha vieja de dos siglos por la soberanía y los inmensos recursos de Nuestra América.