Preocupa que la pandemia no cede y que sigue creando trastornos en el mundo.

Preocupa que la inflación vendida como transitoria vino para quedarse.

Preocupa la desvalorización del peso que llega con esa inflación. Lo precaria que torna la vida.

Que de 40 pesos el pollo subió a 80 y no baja. Que el huevo se fue de 5 pesos a 8 y tampoco baja.

Preocupa que, al parecer, más de 10 mil millones de dólares tomados prestados en 2021 sólo han servido para tratar de contener una devaluación mayor.

Preocupa que el millón de empleos prometido esté cada vez más lejos. Peor aún, que parte de los perdidos no se han recuperado todavía.

Preocupa que el gobierno pueda seguir importando inflación y dañando a pequeños productores del campo.

Preocupa que aumente la violencia social. La desesperación de la gente. Delincuencia y viajes ilegales de nuevo son industrias mortales.

Preocupa que la pandemia ahuyentara a 200 mil alumnos de la escuela y no se anuncie un plan para enfrentar el problema.

Preocupa que la improvisación siga protagonizando buena parte del actuar gubernamental.

Como se ve, son muchas las preocupaciones del 2021 que se nos estiran hacia el 2022.

Aunemos esfuerzos. Arrimemos el hombro. Como dicen, a los chiquitos no nos queda preocuparnos sino ocuparnos.

Sólo en la comunión que brota de la comunidad será posible que la crisis no nos dañe aún más. Pues no parece que el gobierno esté para los pequeños.