No se asombre usted al ver al presidente Abinader asistiendo—con todo y su canciller—a la juramentación de una gobernadora en Puerto Rico. Ni se asombre de la sordina mediática.

Probablemente el presidente ni sabe lo que es un Estado; que Puerto Rico no es un Estado sino una posesión de Estados Unidos; que ni siquiera tiene el estatus de los estados integrantes de los EEUU. Los predecesores de Abinader del hoy PRM—ayer PRD—tampoco entendían e hicieron lo mismo.

Quienes sufrimos los gobiernos de Antonio Guzmán y Jorge Blanco recordamos muy bien a los oficiales de EEUU dando órdenes en nuestros cuarteles convocados por aquellos gobernantes.

También recordamos muy bien al tristemente célebre Hipólito Mejía complaciendo a su amo enviando tropas dominicanas a legitimar la intervención de EEUU en Iraq.

Al presidente Abinader y su cohorte sólo se les infla el pecho para proclamar soberanía frente a la infeliz inmigración haitiana, causada precisamente por las políticas de EEUU y Europa en Haití.

Por eso, tampoco se asombre al verlo en un sainete—junto a otros de su misma estofa—validando la comedia González Urrutia, nueva “guaidosada” de la política estadounidense-europea, deshonrando la memoria de los padres y madres de nuestra Patria. A Duarte, el primero, quien siempre habló de independencia y soberanía “o que se hunda la isla”.

El verdadero pueblo venezolano—el que se queda y resiste como hacía el verdadero pueblo dominicano cuando Santana, Báez y secuaces entregaban nuestra soberanía—el pueblo patriótico de Bolívar estaba en las calles de Caracas apoyando al gobierno de Venezuela, mientras Abinader aquí deshonraba a Duarte, Sánchez y Mella, a Rosa Duarte y a Concepción Bona, probablemente pagando el favor que le hizo el secretario de Estado Pompeo en el 2020.