La maternidad es la construcción de un camino basado en las experiencias y en la comunión de muchas profesiones. Todas en una. Uno cura, construye y resuelve de todo. 

Y en mi camino, iniciado hace ya seis años, he tratado de que mi pequeño vaya adquiriendo conocimientos a través de hábitos y vivencias que le permitan desarrollarse de manera física y  cognitiva. Y ahí, en esa tarea, todo sirve y todo suma.

Más allá de las clases extracurriculares a las que muchas veces los sometemos, funcionan y ayudan las salidas al parque, jugar juntos, ver y escuchar a la naturaleza, poder tocarla y conocerla. 

Es en ese proceso que hemos conocido juntos lugares que a simple vista pueden parecer sencillos, pero que guardan aprendizajes maravillosos.

Ayer mismo, por ejemplo, visitamos una granja para recolectar frutos y flores de varios tipos. En la misma granja, pudimos ver de cerca y alimentar animales como alpacas, gallinas, patos, cerdos, ovejas y otros. 

Cuentan con una pequeña tienda donde comercializan productos orgánicos que producen con lo que allí tienen: cremas, mieles, jabones, salsas para cocinar de todo tipo, mermeladas, leche, huevos, jugos, helados, pasteles y otros. Una verdadera delicia.

La maternidad es también un marketing de experiencias y de boca a boca que se alimenta diariamente. No solo porque muchas veces nos «casamos» con una marca y con aquellos productos que preferimos como madres o porque le gustan a nuestros hijos, sino porque logramos vivir momentos que nos permiten crear vínculos emocionales fuertes, ayudarlos a crecer de la mejor manera y hasta compartir esas marcas y lugares con otros padres que también viven buscando qué hacer con los muchachos.

Quizás este tipo de lugares puedan replicarse en República Dominicana. Nos permitirían a los padres y madres coordinar visitas, apoyarles en su emprendimiento y compartir lo que allí se vive para ayudarlos a crecer, tal y como hacemos con nuestros hijos.