Ciertos gobernantes necesitan tener a quien culpar de su incompetencia. Y la inmigración siempre está a mano. Desde Isabel y Fernando, allá por 1492—que expulsaron a moros y judíos—hasta Donald Trump, pasando por Hitler, desde luego.

Si faltan escuelas, no es culpa del gobierno incompetente… Ni de la evasión fiscal que despoja al Estado y al pueblo de los ingresos que les corresponden en justicia: es por los inmigrantes.

Si faltan hospitales… No es porque los gobiernos siguen repartiendo privilegios a los de arriba y crisis a  los de abajo. No. Son los inmigrantes.  

Si faltan puestos de trabajo, si la comida y las medicinas encarecen y faltan oportunidades… lo dice el presidente Trump y lo repite Abinader: es a causa de los inmigrantes.

Gobierno y tutumpotes pasan así inadvertidos. Risueños.

Y así Trump, Abinader y sus iguales consiguen que la lucha sea de pobres contra pobres, de clase media alta contra clase media baja y de todos contra los inmigrantes, que no son más que los desplazados por la desigualdad… Por la voracidad y las malas políticas de los de arriba.

En el último eslabón de la cadena de la explotación ellos llevan la peor parte. Y así empieza el pogromo. Ayer fueron los pogromos de Hitler y sus hordas contra los judíos. Hoy los pogromos son del presidente de EEUU y sus fanáticos de allá y acullá contra los inmigrantes.

El propósito siempre es el mismo: que los de abajo crean que sus problemas no tienen nada que ver con los tutumpotes sino con los inmigrantes.

Siempre la misma estafa, los mismos estafados, los mismos estafadores y las mismas víctimas: los pobres y los inmigrantes. Y detrás de ellos, con el látigo en la mano, corren disfrazados el patrioterismo, el racismo, el desprecio, la insensibilidad y la confusión.