¿Bailas mi son?
Depende, sí, depende. Dígamelo a mi que disfruto bailar el son cubano y dominicano. Mucho.
El son es sabroso.
Tal como cantaba Ignacio Piñeiro hará pronto cien años:
“El son es lo más sublime
Para el alma divertir
Se debiera de morir
Quien por bueno no lo estime”
Sin embargo, en política, el son es la narrativa o el relato de cada quien, de cada partido, de cada gobierno y para bailar son tendrá usted que decidir si baila el suyo o el ajeno.
Me explico.
Quien esté contento con las políticas del gobierno, estará a gusto bailando el son del gobierno; quien no lo esté, andará ansioso por tirar los pasitos con el son callejero opositor.
El gobierno Abinader tiene su repertorio de sones, los más recientes La Reforma Constitucional y La Reforma Fiscal que interpretan día y noche varias orquestas mediáticas con jugosas contrataciones.
La gente, en general, a pesar del bullicio, no se anima, porque, nada pegajosos, nada ingeniosos, Constitucional y Fiscal son dos sones bien maliciosos.
Mientras, tararea el son callejero que dice:
Subién la comida y la medicina
la luz y la hipoteca del apartamento
el gobierno Abinader es un tormento
de reformas no me diga, que no rima.
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