El primer día de mi muerte
El primer día de mi muerte abrí los ojos temprano y no vi el sol.
Tampoco llegó la noche.
No era día el primer día.
No había verbo ni tiempo.
Sólo el primer y la solemne muerte.
No había enumeraciones ni elementos cuantitativos, sólo la muerte sin solemnidad.
No había, la verdad, muerte.
Y no había verdad.
No había nada.
Y ni eso había.