Un año en las ucis: “Estamos exhaustos”
Barcelona
Jordi Mancebo llegó al hospital de Sant Pau en 1981 para especializarse en medicina intensiva. Y allí sigue. Hoy, con 63 años, es el director del servicio. Desde su privilegiada atalaya en la uci de un hospital universitario, traza una radiografía demoledora de un año que ha obligado y sigue obligando a los profesionales de la salud a dar lo mejor de sí mismos: “Estamos exhaustos”.
Melómano y lector, tiene sobre su mesita de noche Sàpiens: una breu història de la humanitat , de Yuval Noah Harari (Edicions 62). No ha podido ni abrirlo. Desde que todo esto empezó, como tantos colegas, solo ha podido leer literatura científica e informes médicos como los que inundan su despacho. Curvas, ingresos, altas, defunciones…
“Sin duda, ha sido el peor año de nuestras vidas, con un desgaste extremo para todos los sanitarios, y muy en especial para quienes están junto a los enfermos más graves: los médicos, enfermeros y auxiliares de cuidados intensivos”. El doctor Mancebo ha tenido la desgracia de perder a un amigo en la uci, “pero ¿quién no ha perdido a un ser querido, a un conocido? Solo en Catalunya la pandemia ha segado más de 20.000 vidas”.
“Y únicamente ahora, un año después, empezamos a saber a qué nos enfrentamos”. El dramatismo de los últimos doce meses, explica, se resume en el cuadro El grito , de Edvard Munch. Ese gesto de impotencia, angustia, padecimiento y dolor es la quintaesencia de doce meses en que la única buena noticia han sido “las vacunas y la esperanza de que sigan siendo efectivas, si el virus no muta más de lo deseable”.
Este especialista denuncia que “los profesionales intensivistas somos los mismos que antes de la pandemia y trabajamos con el doble de enfermos, puesto que los ingresos se han duplicado. Vamos muy justos de personal. Antes de la crisis, en Catalunya había 500 camas uci; hoy son entre 1.100 y 1.200, más del doble. Pero el personal no se ha duplicado. ¿De qué sirven más aviones si no hay pilotos?”.
“Seguimos siendo exactamente los mismos que éramos cuando las ucis eran 500, salvo por los pocos residentes de intensivos que acabaron en Catalunya el año pasado en mayo o junio. No hay más enfermeras ni enfermeros ni más doctoras ni doctores especialistas. Y hablamos de pacientes que requieren médicos especialistas”. El desgaste emocional por la sobrecarga de trabajo “es brutal”.
Un año terrible
“Sí, hay más camas; es como si hubiera más mangueras, ¡pero no hay más bomberos!”
Estamos en la tercera ola. A principios de esta semana había más de 600 enfermos de covid en las ucis de Catalunya. Y un total de 1.009 enfermos en cuidados intensivos, el doble de la capacidad instalada el pasado mes de marzo. “Sí, han puesto más camas, de acuerdo, pero es como si hubieran comprado más camiones de bomberos y más mangueras, ¡pero no hay más bomberos! Pasó al principio y pasa ahora”.
El director del servicio de medicina intensiva del Sant Pau vuelve a hablar del cuadro de Munch cuando elogia por igual a doctoras, enfermeros y auxiliares, con independencia de su especialidad. A la impotencia, angustia, padecimiento y dolor hay que añadir la tensión psicológica “por trabajar en unas condiciones que no son las tuyas, por vestir de una manera diferente y por estar pendiente de muchas más rutinas”.
Los profesionales más expuestos al riesgo de contagios “no están cansados, están exhaustos”, asegura el doctor Mancebo. Es relativamente fácil ampliar las infraestructuras materiales, pero de nada sirven los incrementos si no llegan con más recursos humanos y especializados. “Nadie ha dado aún soluciones razonables para estos déficits”.
La solución llegará tarde. “El personal no puede más. No hablo de un centro en concreto. Pasa en todos los hospitales. Los universitarios, los comarcales, los privados… Es un malestar generalizado”, opina Jordi Mancebo, que recuerda que “hemos celebrado unas elecciones y nadie ha hablado de esto”.
El humo
“Diez años de recortes continuados y una pandemia son una pésima combinación”
“No estoy enfadado. Estoy indignado. Hace mucho que dura esta situación. Hay cosas excusables y que no se podían prever al principio, cierto, pero también hay cuestiones de planificación muy importantes y que se tendrían que haber puesto en marcha inmediatamente después de la declaración del estado de alarma, hace un año. China acotó la pandemia en un par de meses”.
¿Qué no se ha hecho y qué se debería haber hecho? “No me dedico ni a la política ni a la planificación sanitaria. Eso hay que preguntárselo a los responsables de estas áreas. Yo sí sé cuales son mis conocimientos, competencias y habilidades, y qué necesito para trabajar con seguridad y para ofrecer a los enfermos lo que necesitan en un país que se supone que tiene una de las mejores sanidades del mundo”.
El fuego
“El día del incendio todo se perdona, pero las llamas comenzaron hace ya un año y…”
La emergencia sanitaria ha destapado las carencias de esa elogiada red de salud pública. “Los recortes comenzaron en el 2009. Enorgullecernos de la mejor sanidad del mundo es cuestionable cuando acumulamos una década continuada de recortes de los que aún no nos hemos recuperado. Diez años de recortes y una pandemia que nadie esperaba son una pésima combinación”.
“Un quirófano no puede funcionar sin anestesiólogos ni cirujanos, ¿verdad? Una uci tampoco sin especialistas en intensivos. Y si ponemos más camas, necesitaremos más intensivistas. Para apagar el fuego no solo necesitamos mangueras. ¡Necesitamos bomberos! El día del incendio todo es perdonable, pero las llamas comenzaron hace un año y es razonable pensar que este trabajo ya se debería haber hecho”.
Ya hay señales de alarma e investigaciones sobre la incidencia del estrés postraumático en el sector. El síndrome de burnout o del trabajador quemado puede ser un desastre sobrevenido al desastre. Estudios de organizaciones médicas colegiales revelan que un elevado porcentaje de sus miembros ha sopesado abandonar la profesión.
“Somos servidores públicos”, subraya Jordi Mancebo. “Agradecemos los aplausos, pero no bastan. Tratamos de retornar a la sociedad todo lo que hemos recibido y lo hacemos de manera honorable y con lealtad. Es nuestra vocación, y estamos contentos de ejercerla, pero necesitamos las herramientas materiales y los recursos humanos especializados necesarios para trabajar de forma decente y ofrecer a los pacientes lo que se merecen”.