Mundo acelerado
Los historiadores modernos que ejercen el oficio se ven expuestos a un reto de gran envergadura, ya que deben mantenerse en sintonía con el ritmo y la velocidad de los cambios sociales que vive la humanidad.
El enorme desarrollo de la comunicación, junto a la multiplicidad de actores en cada punto terrenal, convierte en un imposible el mantenerse informado de todo cuanto sucede en la geografía internacional. El mundo se ha convertido en una aldea políglota interconectada. Los ejes planetarios norte-sur y este-oeste se conectan en tiempo real tras un simple pestañear.
Nunca las noticias viajaron tan rápido y permanecieron frescas por tan poco tiempo como ahora.
Los avances tecnológicos permiten conocer todo cuanto ocurre en cada rincón de la Tierra, pero es poco el tiempo del que disponemos para analizar y extraer conclusiones de cuanto sucede en el ámbito social.
La Internet, en matrimonio con la inteligencia artificial, está creando un universo virtual tan maravilloso que hoy por hoy se torna un reto difícil el poder distinguir lo real de lo virtual, y lo verdadero de lo falso.
El ciudadano ordinario —y ocasionalmente uno que otro desprevenido experto— conversa con alguien en línea sin percibir la naturaleza virtual de quien responde a sus preguntas. Los bancos comerciales se ven obligados a actualizar sus plataformas de servicios para evitar los fraudes que con frecuencia suelen ocurrir.
Nada es permanente: las claves secretas dejan de serlo tan pronto un malévolo antisocial las descifra, razón por la cual las autoridades estatales y privadas se ven compelidas a crear e implementar los antídotos de lugar.
Las relaciones internacionales, comerciales y políticas, se modifican tras breves períodos de vigencia.
Los contratos son a corto plazo, siendo común la brevedad de lo acordado. Los diccionarios se saturan de nuevos significados. Las modas duran lo que tarda una cucaracha en ser detectada dentro de un gallinero.
El contenido de los programas audiovisuales requiere una continua revisión y modificación para ajustarlo a las exigencias del momento. Los estilos musicales, la pintura, la literatura y el cine, por citar solo algunos ejemplos, son hoy por hoy creaciones de vida efímera.
El envejecimiento de lo creado es tan rápido que no sería exagerado decir que el niño de hoy ya nace con su viejo al lado.
Es importante reconocer el grado de agitación que experimenta el mundo occidental en relación con el Oriente asiático. Las culturas budista e hinduista tienen una cosmovisión diferente a la de Europa occidental y la americana.
El consumismo nos intoxica minuto a minuto; el deseo de poseer y gastar es tan corto que dedicamos poco tiempo al disfrute de lo conseguido. Tan pronto logramos un objetivo, de inmediato nos asalta la idea de cambiarlo.
Los bienes materiales envejecen prematuramente, y como resultado, la tierra, los ríos y los mares se llenan de desperdicios.
El afán de tener para consumir y disfrutar al instante ha convertido a los ciudadanos en máquinas insaciables.
El buen juicio, junto a otra modalidad de raciocinio, habrá de volver a habitar el planeta como forma de salvar a la presente humanidad acelerada.
A esta tormenta de alta velocidad de vida colectiva le sobrevendrá una calma salvadora para bien de todos.