La gracia de vivir
El agua es un componente abundante e indispensable para el sostenimiento de todas las formas de vida en nuestro planeta.
A nadie debería sorprenderle saber que el setenta por ciento del peso corporal adulto le corresponde a ese líquido divino que llena los océanos, mares, lagos, ríos y lagunas. Hay quienes afirman que el desarrollo de las especies que habitan la Tierra inició su evolución en el agua.
La deshidratación en los niños, así como el edema en los adultos, representan una amenaza de desequilibrio hidroelectrolítico orgánico que puede resultar fatal en ocasiones. Durante la primera infancia, las enfermedades relacionadas con el agua son responsables de una alta mortalidad y morbilidad.
La diabetes descompensada en el adulto, la falla cardíaca, así como la desnutrición y las afecciones hepáticas y renales crónicas, se manifiestan a través de un edema generalizado. Mantenerse siempre sano y feliz es un continuo reto de vida.
Para estar saludable, se requiere de una vigilancia activa y prudente a fin de garantizar la higiene física y mental personal, familiar, comunitaria, social y ambiental.
Los chequeos médicos periódicos son de suma importancia, puesto que no basta con sentirse libre de síntomas como el dolor y la fiebre, ya que hay males relativamente silenciosos que nos destruyen internamente antes de que manifiesten síntomas de quebranto alguno.
Hoy día, no resulta raro ver a un adulto súbitamente desplomarse sobre un escritorio, en medio de un baile o en un ambiente deportivo competitivo con apuestas. Son las muertes súbitas, tan comunes en el mundo contemporáneo.
Cuando examinamos en la mesa de autopsias esos fallecimientos repentinos, encontramos alteraciones orgánicas que pudieron ser advertidas en la persona mediante un examen médico regular.
Evitar el sobrepeso, así como los excesos en el comer y el beber, junto con cierta actividad física que evite el sedentarismo, contribuyen a reducir el peligro de muertes inesperadas.
Vivimos en un estado de agitación continua, en eterna batalla contra el tiempo; apenas nos detenemos a mirar los detalles de nuestro entorno. Este modo de vida representa una sobrecarga constante sobre el aparato cardiovascular y la mente.
El organismo no está estructurado para operar en automático todo el tiempo. El ritmo circadiano es el reloj biológico que nos ha costado millones de años construir.
Al examinar las imágenes del cadáver de un adulto de 62 años, víctima de un deceso repentino mientras vivía la emoción de la pelea de su gallo favorito, noté que su corazón estaba agrandado y que había sufrido un infarto agudo. Probablemente era hipertenso de larga data con daño previo no detectado.
Como él, son muchas las personas con trastornos cardiovasculares, prediabéticos, obesos y con sedentarismo habitual. Hay gente que dice que sueña con sacarse la lotería para sentarse todo el resto de su vida sin tener que moverse.
Les advierto que ese es el premio de la muerte. La silla y la cama son instrumentos para el descanso luego de caminar y de trabajar.
Los estilos de vida moderna, en los que se pasan horas interminables frente a una pantalla con poco movimiento físico, ingiriendo calorías en exceso y sin alternar las tareas, son el caldo de cultivo para el sobrepeso y el síndrome metabólico.
Despertemos a la vida; alejemos el fantasma de la muerte prematura. Apostemos a una mejor y más larga salud personal, familiar y social.