El egoísmo vacunal está pasando factura a los países pobres
Alfa, beta, gamma, delta, ómicron… ¿cuántas letras más del alfabeto griego, que simbolizan las variantes de covid-19, tendrá que soportar el mundo?
Mientras que a fines del año pasado el sur de África volvió a ser víctima de un cierre de fronteras a la postre innecesario e injusto, un puñado de países ricos sigue oponiéndose a la demanda de levantar las patentes de las vacunas y los tratamientos contra el virus.
Por supuesto, este egoísmo vacunal está pasando factura a los países pobres, pero también ha estado volviendo como un búmeran a los más acomodados, con nuevas oleadas del virus.
Este cinismo y esta ceguera se reflejan también en los flujos financieros entre el Norte y el Sur. En teoría, los países ricos multiplican la ayuda al desarrollo y las inversiones directas en África. En realidad, hacen la vista gorda ante un sistema internacional que saquea sistemáticamente al continente en beneficio de una élite y de grandes empresas.
En las últimas cinco décadas, el África subsahariana ha perdido más de dos billones de dólares por la fuga de capitales. La hemorragia se ha acelerado desde el cambio de siglo, con una media de 65,000 millones de dólares al año, una suma que supera las entradas anuales de ayuda oficial al desarrollo.
Un análisis de James K. Boyce y Léonce Ndikumana.
Ilustración de @lusmore.illustration