A mal tiempo…
De tanto cacarear “Ahí viene el lobo” la gente se acostumbró a escuchar desde mediados del recién pasado siglo XX a hombres y mujeres del campo de la ciencia advertir sobre el peligro que representaba la combustión desmesurada de los derivados del petróleo. El pasado vicepresidente de los Estados Unidos Al Gore empezó en 1976 una campaña tendente a prevenir el aceleramiento del venidero calentamiento global.
Muchos interpretaron su discurso como una simple plataforma de propaganda política. Pocos fueron los que hicieron caso por lo que no debieran asombrar los registros de altas temperaturas en todo el suroeste norteamericano y todo el sur europeo arropando a Italia y Grecia con mayor dureza.
El cuerpo humano está programado para vivir en un ambiente ideal de 24 grados Celsius lo que le permite un manejo calórico de su organismo a 37 grados. Cuando la atmósfera registra 42 grados el Homo sapiens sufre un golpe de calor con sudoración profusa, vasodilatación generalizada y debilidad general.
Niños y ancianos sufren deshidratación grave que rápidamente puede resultar en un estado de shock. La mortalidad que ayer consiguió la Covid-19 a costa de los envejecientes ahora lo continúa la ola de calor global.
El calentamiento global no es un tema de novela, ni tampoco algo para complacer al morbo social, se trata de un tema serio que incumbe a todos, pero muy en especial a quienes tienen en sus manos la conducción política de todas las naciones del mundo. Se derriten los glaciares, millones de especies animales están en peligro de extinción, mientras que el equilibrio ecológico pende de un hilo llamado buena voluntad. Poco ha variado el patrón de conducta de pueblos y Gobiernos. Contrario a lo esperado se avivan las contradicciones y se apuesta a los conflictos bélicos.
La sana convivencia universal en armonía parece una utopía que anida en la mente de locos pacifistas. Nos obligan a tomar partido a favor de las armas, se condena el vuelo de las palomas mensajeras que pretendan convertirse en llevar la consigna de “Amaos los unos a los otros”. Se enseña que el otro es el enemigo a vencer y que no hay más rendimiento que el de la muerte.
Nuestra condición isleña nos hace creer falsamente que excepto por lo que acontece en Haití poco importa lo que ocurra más allá del mar Caribe. ¡Grave error! El trigo del que se extrae la harina con la que hacemos el pan consumido a diario por el pueblo dominicano no se produce en suelo quisqueyano.
Ese ingrediente como muchos otros presentes en la dieta criolla son importados. La actual guerra en Europa afecta el mercado mundial de cereales por lo se refleja directamente en el precio de la canasta familiar en la que cada vez notamos más la ausencia de productos criollos. Comemos en base a créditos que al fin y al cabo es deuda cuyos intereses seguirán pagando nuestros biznietos.
Tenemos escasez de agua potable en los hogares, apagones kilométricos continuos, sistema de transporte caótico, precio de los alimentos por las nubes, bajos salarios, alta tasa de desempleo, inseguridad ciudadana, medicamentos caros, mucha desinformación y engaño. Se abrió la mítica caja de pandora. La mayoría de la población no está bien; se calienta la pista. Vendrán mejores días. ¡A mal tiempo buena cara!