¿Qué tienen que ver los gobiernos con los feminicidios? Mucho.

¿Qué tiene que ver el Estado con el fenómeno de la violencia en la sociedad? Todo.

El gobierno del Estado tiene el deber de ser un promotor eficiente de bienestar. Tiene que darse las estrategias para conseguirlo. Lo establece nuestra Constitución.

En tal virtud, sus políticas deben acompañar continuamente a la sociedad y sobre todo a los más vulnerables.

La violencia social vive instalada en la sociedad capitalista que la acuna. Es trágica materialización de la desigualdad en que navegamos.

Algo hiede mal cuando vivimos en el sobresalto. Algo se ha podrido aún más cuando la criminalidad aumenta por semanas.

El gobierno fracasa. La gente sufre. La brecha se ensancha. Crece el estrés.

Unos pocos pueden aumentar (indexar, dicen) sus salarios y ganancias de manera obscena. Abusadora. No tienen que ir a Consejo. No son llamados a “consenso”. Sencillamente indexan. La desgracia de unos es la oportunidad de otros. La iniquidad está legalizada.

Los de abajo no indexan. Que se chupen la inflación. Que sigan mamándose la crisis hasta el Juicio Final.

Que suban los precios. Que caigan los salarios. Que siga la brecha ancha y honda. Culpas del covid, de Rusia y Ucrania. Siempre de otros. Nunca de nosotros.

“Nuestra sociedad es un buen proyecto para el mal”, dice la bella canción de Víctor Manuel.