Tuve la suerte

25-05-2025
Quiero que sepas
Ojalá, República Dominicana
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En el video suena la última canción que le dediqué a mi papá, a RRM. Conecté con esa canción de Michael Bolton, cuando vi la película Fathers and Daughters. Me tocó tanto la historia, porque me recordaba a mi relación con mi papá, que inmediatamente busqué la canción y se la mandé. Cada vez que la escuchaba, se me llenaban los ojos de lagrimas, en especial cuando llegaba el momento de la canción que dice “Fathers and daughters never say goodbye”. Y justamente arribó lo que nunca deseaba.

La partida de mi papá es muy dolorosa. Son tres pérdidas. El esposo de mi mamá, el abuelo de mis hijos y mi papá. Todos los que estábamos tan cerca de él, podíamos sentir como él nos cuidaba siempre. Fue una persona que cuidaba a los demás, incluso sus plantas, su jardín.

Roberto Rodríguez Marchena fue un hombre bueno. Él decía que todo el mundo lleva una alcancía en su corazón y que con cada saludo, cada minuto, cada palabra o cada gesto que uno le regalaba al prójimo, vamos entrando una moneda de cariño a la alcancía del otro. Se refería al amor al prójimo.

Con ese valor, con ese principio, siempre comunicó. Un hombre respetuoso de su pueblo, de los comunicadores, de las ideas. Era tan grande su amor por lo que hacía, leía tanto desde su infancia, que cuando hablaba sonaba a poesía y la vida era hermosa.

Papá, RRM, fue un gran servidor público y político. Cambió la forma de comunicar en este país. Creyó y apostó en jóvenes dominicanos con grandes capacidades y cualidades para formar un nuevo equipo desde DICOM. Apostó a construir redes nacionales con pequeños empresarios de la comunicación. Se ocupaba de su gente y de no ser indiferente.

Se preocupaba por escribirle o decirle a su amigo/a, qué había hecho bien para estimularlo a que lo continuara haciendo. Cuando esa persona escribía cinco párrafos y no estaba de acuerdo con tres de ellos, le resaltaba a su amigo, los dos que le gustaba, porque además, era un militante de la democracia.

Y en un mundo a veces confundido por la prisa, siempre recordaba que era necesaria la paciencia y la constancia, porque la vida es un maratón y no una carrera de pocos metros. Recordaba que había que disfrutar de la vida, del recorrido, de la alegría que proveía la familia y las ocurrencias de los nietos; que había que disfrutar ser curiosos para estar más cerca de la verdad.

RRM, fue un trabajador incansable y leal a sus ideas y principios. Estuvo escuchando y enseñando, toda su vida. Afanó por ser un buen hijo, por cuidar a sus hermanos desde temprana edad y se dedicó como una hormiguita a ser maravilloso esposo, papá, abuelo y amigo. Fue tan, tan especial. Lo extrañaremos enormemente.

Tuve suerte de haber nacido siendo su hija, de poder llamarlo papá, de que nos entendiéramos tan bien. Fue mi primer amor, destinatario de todas mis cartas. Y por eso, ahora, con más ahínco escribiré para rendirle honor y recordarlo.