Tres historias
Sentado en un banco un día,
me parece que de enero,
mister John cuenta un dinero
fruto de la plusvalía,
¡Silva y canta de alegría!
Juan, el pobre, a su derecha
no canta ni por sospecha,
pues vacía está la panza
y el aliento no le alcanza
para entonar una endecha.
Nublado estaba aquel día
cuando escuché el estallido.
Por abusos del marido
se querellaba María
y entrando a la Fiscalía,
José Valdez Amarante,
apuntando desafiante,
en la frente, con certeza,
le disparó en la cabeza
y la mató en un instante.
A plena luz de aquel día
en un pueblo del Cibao,
me parece que en Bonao,
vi con rabia la osadía
del desmonte en demasía
de una loma por dinero
¡No quedó un árbol entero!
Vi a la madera llorando.
Un camión la iba cargando
camino al aserradero.
Y así nos pasan los días,
las horas y los segundos
entre dolores profundos
y alguna que otra alegría.
Han muerto muchas Marías.
Ha muerto la dignidad.
Es que la desigualdad,
la pobreza, la carencia,
entronizan la violencia
en la acéfala ciudad.
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