Transparencia
En un reciente evento, en una de sus tantas alocuciones, el jefe de Gobierno de República Dominicana hizo hincapié en la transparencia que exhibe su administración, casi una vitrina, a ojo del mal cubero.
No pudo tener mayor razón. Esa misma mañana, a varios cientos de kilómetros, en la segunda ciudad más importante del país, estudiantes tomaban clases en butacas transparentes. Echados al piso de las aulas, se convirtieron en víctimas de la transparencia.
En el mismo renglón educativo, desfila en la pasarela de la transparencia el senador-suplidor de libros digitales objetados una y otra vez por vicios de contratación.
La maliciosa ‘estafa’ al Estado en la compra de butacas por 126 millones de pesos y otras corrupciones aromáticas rayan en la transparencia.
Ni hablar del desmonte de las subastas para permisos de importación con el fin de beneficiar a importadores que transparentemente desconocemos y que hoy importan, a diestra y siniestra, productos non sanctos.
Así, desde la Presidencia, y ministerio por ministerio, se exhibe con gracia la señora transparencia.
Ha sido tal la transparencia del Gobierno, que la gente percibe que hasta está desapareciendo.
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