Vivir en nuestro país se ha convertido en una osadía.

Para el presidente y su séquito todo va bien, parece que no ven la cruda realidad en la cual nos van metiendo. 

Nos llevan por una pendiente que baja cada día a pozos oscuros a miles de dominicanos.

El negocio de la policía incautar bocinas le costó la vida a un niño en Santiago. Un policía con arma automática en el Carnaval no tiene justificación.

El mismo día que el congreso aprobó un código penal que deja fuera derechos de las mujeres, una joven muere desangrada después de ser violada por uno de sus maestros.

Resulta penoso ver como de la muerte del niño se quería culpar al padre y más cruel aún, a la joven violada la mataron miles de veces haciendo juicios de su vida en medios y redes. 

El cementerio de ambulancias y vehículos del Sistema 911 es una muestra del deterioro de los servicios que fueron creados para salvar vidas de los dominicanos.

Nada le importa, mientras los recursos se invierten en la compra de alcaldes y nombrar sus familias en el gobierno, hay un niño que recibe atención en la emergencia de un centro de salud sentado en un block. 

Estamos casi tocando fondo y en su manía de ruidos y cortes de cintas el presidente ni se entera.