Tienen rostro, nombre y apellido
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Las estadísticas y las cifras ayudan a entender realidades, pero muchas veces hacen olvidar que detrás de esos números hay seres humanos que sienten y padecen.
Preocupa cómo el Gobierno ha ido desmantelando programas sociales que se crearon para garantizar que nuestra gente sobreviviera al impacto de la COVID-19.
No es lo mismo decir que “las estancias Infantiles están cerradas”, que descubrir la realidad: casi medio millón de niños y niñas sin cuidado ni alimentación, sus familias sin tiempo para cuidarles, ni dinero para su alimentación.
El programa Quédate en Casa redujo a la mitad el aporte a las familias. Es decir, la mitad de arroz, la mitad de habichuelas, la mitad de pollo, la mitad de huevos, la mitad de leche tendrán de lo que tenían, pero además con los precios de todo subiendo.
¡Un crimen que se comete tres veces al día, todos los días!
¡Cómo vive un pueblo ante tanta indolencia!
¿Cómo la estarán pasando los trabajadores y trabajadoras que ya no reciben los beneficios de FASE?
Miles de pequeñas empresas han tenido que cerrar. ¿Dónde estarán, cómo la están pasando dueños y trabajadores, y peor, qué va a pasar con ellos?
La educación a distancia por TV y radio ha generado situaciones que afectan a estudiantes y a sus familias. Se viven situaciones tristísimas de familias en barrios y campos con un solo televisor y tres hijos de tener que enfrentarse a aquel indecente dilema: “escoge cuál se queda bruto”.
Testimonios desgarradores nos llegan de madres y padres que tienen que prestar los celulares, comprar los famosos paqueticos (que no deben) porque cuando compran data están gastando lo que quizás había para la comida de ese día.
Es bueno recordar que muchos niños, niñas y adolescentes tampoco están recibiendo desayuno, comida y merienda en la escuela.
En los gobiernos de Danilo se implementaron políticas públicas y programas sociales que fueron una trasferencia neta de dinero a las familias. La clase media creció y se logró reducir la pobreza urbana y rural.
Conquistas que el pueblo dominicano esperó por décadas. Desmontarlas, sin ton ni son, porque les da la gana y se les importa, solo puede llamarse crueldad.
Ojalá recapacite el Gobierno y piense un poquito en nuestra gente que sufre el dolor del desempleo, del hambre y de la indiferencia porque tienen alma, rostro, nombre y apellido.
A mediados del año que viene estaremos todos vacunados, contentísimos por el triunfo sanitario, pero si no se detiene hoy el desmantelamiento y no se restablecen con mayor vigor los programas sociales, tendríamos, parafraseando a Neruda, vacunados muertos por hambre o quiebra de sus negocios.
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