Tejer esperanzas
El último año ha sido difícil, las últimas semanas trágicas, parece que todo está perdido y no hay razones para vivir en nuestra patria.
Los medios y las redes se seban de tragedias, robos, crímenes y todo apunta a que estamos sin salida, pero no.
Hay que reinventar las miradas y tratar, aunque cueste, de volver a ser niños que cultivamos el asombro.
Les invito a pararse en la puerta de una escuela y ver como de cada una salen niños, niñas y jóvenes con ojos luminosos, no son futuro, son presente que nos reta a ser mejores.
Miremos como las universidades están llenas de jóvenes que muchas veces hacen de tripas corazones para estudiar; ellos y ellas son motivo de esperanzas.
Por cada diputado o senador que nos da vergüenza, hay miles de padres y madres que guían a sus hijos e hijas por el sendero de la honestidad, el trabajo y la dignidad. En esos hogares florece la esperanza.
Para cada enfermo hay miles de médicos, enfermeras y trabajadores de la salud que entregan todo lo que tienen para salvar vidas.
Por cada buen o mal ladrón en la cruz, este pueblo está lleno de Cirineos y Samaritanos solidarios.
Hay una conjura para matarnos la esperanza y la alegria de vivir, ante esos mensajeros del mal y la muerte, levantemos banderas de vida con gallardía.
Ante tanto pesimísmo rancio, cantemos en escuelas, calles, fábricas, parques y campos melodías de esperanzas que pueblen nuestras almas de valor para seguir la ruta y enderezar entuertos.
Este pueblo es una mina de oro, somos la única patria en el Caribe que en su historia ha enfrentado y vencido todos los imperios, por eso nos cercan cada vez más con mensajes llenos de veneno y derrota.
A pesar de las carroñas y la mala gente, por encima de ellos y sus miserias, levantemos un tropa de corazones llenos de cariño, amor y solidaridad.
Tejamos redes humanas de esperanzas.
Y como decía mi hermano Luís » El Terror» Días, » Algún día venceremos a los Miquimaos»
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