Silencio, calma y angustia
De acá para allá. En los patios, callejones, esquinas con vendedores de puestos ambulantes… en los rostros de las millones de almas que trashuman en esta ciudad, está presente la alegría cotidiana. Pero en este tramo, la alegría se percibe envuelta en angustia.
Preocupa el aumento de la delincuencia, preocupa el desempleo agravado por la pandemia y preocupa tener que convivir con el alza de los precios. Sentarlo en la mesa primero que la comida.
Hay incertidumbre en los que necesitan comprar el combustible de volátil precio cada semana.
Santo Domingo se va pareciendo a la Ciudad de la Furia de Cerati: «Se ve tan susceptible. Es el destino de furia, es lo que en sus caras persiste».
El aire pesa y la gente ocupa sus pensamientos en angustias, incertidumbre del porvenir, luchando en el afán que trae cada día. Y cada día llega más afanoso.
El temor mayor es lo que acecha. El huracán tributario categoría máxima. Ya se conocen la velocidad de los vientos y el nivel de destrucción. El Gobierno los ha dejado saber.
El cielo se va tornando gris. Ya viene el huracán. ¿Cómo desviar su trayectoria? El pueblo aguarda en silencio, calma y angustia. El pueblo está quieto, pero en la tranquilidad del desesperado.
Espacio pagado
Quienes habitamos la Comunidad Ojalá sabemos que somos diferentes y nos alegra serlo.
Nuestros contenidos son útiles para comprender y mejorar la vida cotidiana. Están libres de publicidad. Los anima la curiosidad, el rigor y los financia la gente.
Únete. Participa. Haz un donativo.