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Dos millones de dominicanos, poco más, poco menos, desde 1970 a la fecha, habrían migrado desde nuestro país para asentarse en otros mercados.

Lo hicieron preferiblemente hacia los Estados Unidos, cuyo gobierno ofreció facilidades; primero, otorgando mayor número de visas y segundo, permitiendo la reunificación familiar. 

Uno llegaba y pedía a los otros familiares, atraídos por los empleos y la protección social que no tenían en RD.

Luego fue Europa. Migraron muchas mujeres que se ocuparon en el cuidado del hogar y de personas mayores.

Y hubo más: quien salió a estudiar y pudo quedarse trabajando, lo hizo.

Esos dominicanos y dominicanas residentes en el exterior enviaron el año pasado 8,220 millones de dólares a sus familiares, de los cuales, 6,000 millones entre mayo y diciembre, durante los momentos duros del coronavirus y sus consecuencias.

Y lo han seguido haciendo durante los dos primeros meses de este año con una generosidad impresionante: 370 millones de dólares más que en 2020. De seguir así, no sería de extrañar que las remesas superen los 9,500 millones de dólares en 2021.

Casi 550,000 millones de pesos a la tasa actual, cuyo destino son hogares y personas sin empleo, con el negocito en quiebra, insuficientes ventas o pocos ingresos familiares.

Un alivio tremendo. Un potente vitamínico para el estrés familiar. Una mitigación oportuna en medio del desastre en el que viven.

En conclusión: lo que no hace el gobierno, por irresponsabilidad e indolencia, lo están haciendo los familiares residentes en el exterior.