Si las encuestas votaran…
Si las encuestas votaran no hubiera que ir a elecciones. Al presidente hubiera que juramentarlo ya. Pero las encuestas no votan. Y hay que ir a elecciones en febrero y en mayo próximos. Y cargar con una tasa de rechazo con la que no contaba en 2020.
En aquel momento se alinearon la pandemia, la división del PLD, el golpe electoral del 16 de febrero, la intervención extranjera, un mar de dinero proveniente de todos lados (lavado incluido), un PLD desmovilizado, un pueblo confundido, medios de comunicación monolíticos en torno al PRM y, hay que decirlo, un candidato que no había sido presidente. Que la gente no tenía por qué rechazar. Todo a favor.
Las encuestas de hoy, que no pueden aquilatar aquella convergencia, dan al presidente ganancia en primera vuelta. Saben que si va a segunda está perdido. Así que hay que forzar la percepción.
Para ello hay una maquinaria que trabaja 24/7. Con todo el dinero del mundo. Nos sale hasta en la sopa. Hay que superar el lastre del rechazo. Que no deja al candidato superar su techo. Rechazo que es el fruto de políticas oficiales carentes de amor al prójimo.
Es el rechazo visceral—en muchos casos—de polleros, hueveros, ganaderos, productores y comerciantes pequeños y medianos quebrados por políticas indolentes.
Es curioso, pero las encuestas asumen que la mayoría de la población celebra el pollo a cien pesos la libra, el arroz a cuarenta, los huevos entre 7 y 10 pesos, y la pérdida de conquistas como la jornada escolar de ocho horas, RD-Vial, reforestación con inclusión, unidos gobierno y productores…
Si las encuestas votaran hubiera fiesta en Palacio todos los días. Y la hay, todavía, pero con sordina. Porque saben.
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