Serena
Lo hizo ver todo fácil, aunque no lo fuera.
De la cesárea y una embolia pulmonar, directo a la final de un Grand Slam. Amamantando a la cría y a la arena, mientras atravesaba, además, por la depresión postparto.
23 Grand Slam después, se ganó el derecho de ser, hacer y decir lo que quiera, incluso, «evolucionar» fuera del tenis, como dijo que haría.
Ha tenido que elegir entre seguir siendo atleta o cuidar a su familia. Porque para ella, como para la gran mayoría de mujeres atletas, siempre es un asunto de elección: o carrera, o familia.
Porque mientras ellas deben construir, mantener y cuidar sus dos versiones, para ellos, un hijo no supone un cambio en su vida profesional, según palabras del propio Nadal.
Pero esto no va de culpas y diferencias, aunque sienta la necesidad de usar las referencias anteriores.
Lesiones superadas y lecciones aprendidas, títulos y récords, ganar y sufrir siempre a lo grande, polémicas y ataques, sobrevivió y marcó la diferencia, dentro y fuera de la cancha.
Serena, no siempre serena, es reina y diosa, leyenda y ejemplo. Mito, humana, ahora al descanso.
God save the queen.
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