Santos y altares
Hemos necesitado muy poco tiempo para ver caer altares y sus santos.
Con ellos se han venido abajo los proyectos, soluciones y remedios, todos entre comillas, que por años pregonaron, con el apoyo de sus santos y altares, por supuesto.
Y lo que eran dudas para muchos, razones para «darles una oportunidad, a ver», se han vuelto realidades. Duras, crudas y complicadas para la gran mayoría.
La nómina era abultada, decían que era demasiado grande. La realidad: la aumentaron a todos los niveles.
A lo lejos, el cierre de instituciones se veía precioso y rozagante. La realidad: en el gobierno actual, la duplicidad de funciones es la norma. Y, en instituciones que decían eliminarían, el aumento de nómina es para impresionar. Los santos, aún no se enteran.
Se decía que Punta Catalina era una apuesta fallida, teniendo en mente el plan, hoy tristemente consumado, de entregarla al sector privado. La realidad: Punta Catalina es la garantía de la estabilidad eléctrica en el país.
Banalizar y dañar era un espectáculo de cada día. El circo ahora se ha montado desde el gobierno. Con consecuencias mayores, con el acompañamiento hecho silencio de sus santos y altares. El amor a la Patria ya no existe, tampoco la preocupación por los que menos tienen, por los hospitales, por la inseguridad. Ya nada de eso preocupa.
Los que pregonaban soluciones y planes para curar hasta lo salado del mar, no han podido cumplir con una sola de sus muchas promesas politiqueras: la inflación, el aumento de los combustibles, la corrupción, el desenfrenado precio de los alimentos, el gasto en publicidad y el caos institucional son pan de cada día. Los santos se mantienen en silencio. Pocos altares quedan por caer.
Y claro, no podemos olvidar un tema de portadas, programas matutinos diarios y tuits de preocupación. Aunque la frase no me pertenece, es buena para cerrar:
»Ya nadie se sorprende de los préstamos que aprueba el Congreso de la República; muy a pesar de las consecuencias que pueda traer».
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