Relato desnutrido
Cerrar la frontera durante tres semanas, desde el inicio, planteaba un previsible fracaso. Intentó el Gobierno presionar la detención de un canal en el río Masacre por las vías equivocadas, ya que ello implicaba el sacrificio del comercio binacional, que durante ese período significó la pérdida de casi 4 mil millones de pesos.
El relato fue tan variante como las estaciones del año. La inconsistencia revela la impericia e improvisación del Gobierno.
No pudo construir un relato creíble y verdadero en torno a una crisis generada por el propio Gobierno, como lo evidencian documentos firmados.
Para detener la construcción del canal, para impedir la entrada de bandas, para fortalecer los niveles de seguridad… tropiezo tras tropiezo, el Gobierno apostó al tiempo, sacrificando de manera inconsulta a los comerciantes fronterizos.
Enviar al Ejército a la frontera, cual guerra anunciada, a fin de cuentas, no reforzó la narrativa gubernamental. Pedir a la oposición dominicana, desde un podio reeleccionista, apoyar las medidas del Gobierno, tampoco lo hizo.
Decir que, a partir de los hechos, la frontera jamás será igual; que Panamá y Guyana serían los nuevos mercados que comprarían los productos dominicanos,, no fueron más que patadas de ahogado de un Gobierno que se quedaba sin tiempo y sin capacidad de respuesta.
Apostando a que la intervención militar en Haití sería el bote salvavidas del presidente y su aventura, confió el Gobierno en que saldría airoso de la crisis.
La intervención no será por ahora, en Haití no se detuvo el canal, los comerciantes están al borde de la quiera y sin los supuestos nuevos compradores. Las medidas aplicadas y el desnutrido relato, como se preveía, sufrieron un estrepitoso fracaso.
Lejos de acrecentarla, como apunta el Gobierno, lo que ha ocurrido es un debilitamiento de la autoridad dominicana; un fracaso diplomático. Con el rabo entre las piernas, el Gobierno reabre la frontera, con eufemismos, para no admitir su error.
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