Rafaela

23-05-2022
Quiero que sepas
Ojalá, República Dominicana
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Torrencial. Así es Rafaela. Y circular. Termina donde comienza: en el vertedero. Así su director, Tito Rodríguez, confirma lo que dicen los estudios: quienes nacen en la pobreza están casi condenados a vivir y morir en ella.

Como Rafaela, que interpreta de manera magistral Judith Rodríguez. Y, con ella, un reparto para mí “todos estrellas”.

Con ritmo vertiginoso atrapa al comenzar y no libera hasta el final.

Ellos, los personajes, también están atrapados. Cercados, como en la realidad. Encerrados en el círculo vicioso de la pobreza, que es el círculo vicioso de la desigualdad y de la tragedia que le es consustancial.

En ese círculo violento, ellos, los excluidos, son indispensables. Son explotables y explotados. Los que sirven al traficante y traficantes ellos mismos. Los que huyen del policía corrupto y los corrompidos por el policía. Los que no tienen familia porque su familia ha sido igualmente excluida. Desintegrada.

Tendrán que construirse una nueva para acceder a los afectos que nunca tuvieron. Ahí nacen las gangas, bandas, maras… unidas por la pobreza y por sus necesidades e intereses. El violento fenómeno brutal que recorre buena parte de Nuestra América.

Magistralmente explicado en impetuosa hora y media de película por Rafaela. Que deja clara la estupidez de querer resolver con violencia despótica lo que es resultado natural de un sistema social violento.

Los premios que ya acumula son muy merecidos. Déjese envolver en los paisajes pobres, pero aún hermosos del Ozama que contaminamos. En la fotografía con su brillante descripción de la miseria. En su música trepidante y vital. En la actuación excepcional. Es parte del mejor cine dominicano actual.