¿Qué tal nos va?
Los tiempos son extraños. Lo insoportable, lo violento, ya no indigna como debería, y lo injusto apenas incomoda a cada vez menos. Las guerras, migraciones forzadas, violencia y la desigualdad nos han indicado el camino para que aprendamos a vivir con ellas.
El mundo real duele.
El malestar y la muerte nos bombardean sin descanso, desde el norte y el sur, mientras la costumbre nos vuelve impermeables al dolor ajeno.
La deshumanización se vive con orgullo. La nueva normalidad es aceptar y celebrar que algunos —sobre todo si no nos caen muy bien— tengan menos derechos, incluso a vivir dignamente.
Vaciar y minimizar al otro, sus procesos y circunstancias, lleva a muchos a vivir con el odio como soporte espiritual, una base emocional que parece darles sentido y propósito. La humanidad se apaga justo cuando la bondad, la resiliencia y la solidaridad deben encontrar nuevos caminos y estar más presentes.
Es, como resalta Alicia Valdés, no poder imaginar una sociedad distinta, porque el deseo hacia ella ha sido suprimido. Aplica para la política y para la vida en general.
Las conversaciones se llevan entre lo difícil y lo triste, pero son las que hay que tener para no acostumbrarnos a ver al mundo desangrarse como si fuera normal. Hablar es resistir. Hablar es seguir siendo humanos. Porque si dejamos de hablar, si preferimos el silencio cómodo a la incomodidad necesaria, entonces ganan la indiferencia y la crueldad.
Extraño aquel pensamiento que muchos teníamos en los años del COVID: creíamos que seríamos mejores seres humanos. ¿Qué tal nos va?
Espacio pagado
Quienes habitamos la Comunidad Ojalá sabemos que somos diferentes y nos alegra serlo.
Nuestros contenidos son útiles para comprender y mejorar la vida cotidiana. Están libres de publicidad. Los anima la curiosidad, el rigor y los financia la gente.
Únete. Participa. Haz un donativo.